El sábado nos fuimos todos a pasar el día a lo de una amiga en Cipolletti. Su hija Ginny tiene unos 4 años tan terribles como los de la Ro, así que es un plus para las dos cuando la llevo, ya que Rorro se divierte con Ginny y Dani y yo hablamos hasta por los codos de todas esas huevadas que a una tanto le gusta hablar y no suele tener con quien hablarlas… o tiempo.
Estábamos en eso - hablando sabe Dios de qué porque era terriblemente trivial y terriblemente entretenido a la vez - y tomando mate (Dani) y té (yo), cuando se escuchó desde el cuarto del fondo: “¡Mamá!” “¡Mamá de Virginia!” “¡Mamá!” “¡Mamá de Virginia!”
Las dos nos miramos, no sonaba a gran catástrofe realmente, nos pusimos de pie y marchamos en dirección a las voces, Dani a la cabeza ya que por ella clamaban las masas. Llegamos hasta la puerta al fondo del pasillo, cerrada del todo, y Dani preguntó desde este lado: “¿Qué pasó?”
La voz de Ginny sonó cándida: “Se zerró la puerta. No pudemos zalir.”
Daniela, que es maestra de primer grado, me miró risueña y con su mejor tono de cuenta cuentos preocupado, empezó: “No, pero que mal… ¿Y ahora que vamos a hacer?”
Pasó un incrédulo segundo, y luego la Rorro, con ese tajante tono de no-me-jodas que le sale tan bien, contestó seca: “Nos abrís.”
Dani largó la carcajada, abandonó el acto, obedeció y volvimos a lo nuestro.
Rosarito no es una chica a la que le guste que le tiren de la piola, no no.
2 comentarios:
Dicen que dicen que lo que se hereda no se hurta.
Stirwool
y sí
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