Otra Mente Brillante Arruinada por la Educación

19 mar 2010

De Lunes a Lunes 2/2


" El café en la cafetería del sanatorio derivó finalmente en un café sentados en una plaza a dos cuadras.

Acomodados en un banco de madera, la noche - la madrugada - a su alrededor se enfriaba por momentos, preludiando el amanecer.

-Tu hermana se tomó bastante bien el que la dejáramos sola con todo.
-Le prometí que iba a volver enseguida.

-¿Cuándo es enseguida?

Tomás suspiró hondo y apoyó los codos en las rodillas, la taza de poliuretano delicada entre sus manos,

-Media hora a lo más. La gente a la que hay que explicarle las cosas todavía no debe haber llegado.

-¿Qué es lo que tenés que explicar?

-Los detalles del velorio, del funeral. Los últimos deseos. No sé. Ese tipo de cosas supongo.

Javier se removió a su lado, inquieto e incómodo,

-Nah, estoy seguro de que todos deben estar al tanto de esas cosas. Fue una enfermedad larguísima. No creo que hayan quedado cabos sueltos.

Tomás frunció ligeramente el ceño, una arruga vertical entre sus cejas, rememorando a su pesar,

-Fue mucho tiempo.

-Sí.

Un suspiro,

-Pero tuvimos buenos momentos también, ¿no?

-Sí, también hubo buenos momentos.

Los ojos azules se nublaron, buceando en recuerdos de tiempos mejores, tiempos que no eran estos,

-¿La vez que fuimos todos al Parque de la Costa?

Escuchó mas que vio la sonrisa de Javier,

-Sí.

-Y mi vieja no quería subir a la montaña rusa.

-¿Podés culparla? Una mujer grande, una montaña rusa... Mala combinación.

-Mi vieja no es una mujer grande.

-No, tenés razón... Pero sí una gran mujer. Desde la vez que me invitaste a tomar el té en tercer grado y ella compró vainillas porque yo le dije que me gustaban, supe que ella y yo estábamos destinados.

-Ese fue un buen día.- Tomás comentó, su mente vagando bajo el sol de otros días, y Javier lo dejó hacer. -Subí solo al final, y eso que éramos una banda.- el vaso giró entre sus dedos. -El mundo está lleno de cobardes, y todos ustedes me saludaron desde abajo.

-Mea culpa.

-Dios,- lo escuchó murmurar para sí, - éramos invencibles ese día. ¿Qué pasó? - Tomás ladeó la taza despacio y con cuidado volcó el café en el suelo, mirándolo desparramarse por entre la mugre con expresión reflexiva, -No había dragón que yo no enfrentara... Que yo no pudiera vencer... Y ahora... ¿Qué hago yo ahora? ¿Mmh? ¿Qué me queda? ¿Una voz en el contestador? ¿Un montón de fotos? ¿Qué mierda hago yo con eso?

No había respuesta para eso y Javier no trató de darla.

La taza fue estrujada y convertida en un reciclable entre los dedos nerviosos.

-La casa se me va a hacer inmensa... -murmuró sin rencor, destacando un hecho. Movió la cabeza, aflojando el cuello, sonando sus vértebras, y los ojos azules brillaron oscuros a la luz de los faroles. -Sabía que la compra del dúplex iba a volver para joderme.

Javier estiró una mano, destinada a tocarle el hombro y detuvo el gesto a mitad de camino, cambiando de táctica,

-Pedile a tu mamá si no se queda con vos unos días.- a medias una burla, a medias una sugerencia.

Tomás resopló,

-Sí, seguro...- una risa que no se graduó como tal, - Algo voy a inventar.- se deshizo del bollo anteriormente conocido como taza y frotando las manos en el pantalón de corderoy, se puso de pie, -Vamos, que ya pasó más de media hora.



El tiempo se escurrió veloz después de eso. Tomás relevó a su hermana en el teléfono, avisando a parientes y amigos, su voz monocorde al aceptar los pésames y las expresiones de simpatía.

Con el amanecer, Javier lo obligó a desayunar un café con leche y unas medialunas, y después lo acompañó hasta lo de Virginia, que le dio las llaves para que Tomás pudiera tirarse un rato.

Acostado en la cama de dos plazas, Tomás observó el techo, infinito en su limitada blancura,

-No puedo volver a casa todavía.

Javier, sentado en un sillón, las piernas estiradas apoyadas sobre el colchón, la cabeza echada hacia atrás, acompañando con el sentimiento la exploración que Tomás estaba haciendo del llano, contestó,

-¿Dije yo algo?

-Hay un reguero de sangre desde el cuarto hasta el baño que no sé cómo limpiar.

-Contratá a alguien.

-... ¿Se puede contratar a alguien para eso?

-Se puede contratar gente para todo, sólo tenés que estar dispuesto a pagar el precio. ¿Por qué no dormís un poco?

-No quiero.

-¿Qué tipo de respuesta es esa?

-Tendría que haber podido hacer más.

Un resoplido,

-Y dale… Estaba más allá de tu alcance.

Tomás se mantuvo completamente inmóvil, mientras su mente galopaba en círculos por el confín cerrado de su cerebro,

-Podríamos haber ido a ver otro especialista, yo tendría que haber insistido. O al tipo aquel de la medicina alternativa. Alguien.

-Es cierto, podrías haber insistido.- concedió su interlocutor - Pero, ¿qué hubieras conseguido?

Tomás suspiró, las olas batieron en el mar de fondo de su conciencia y las ignoró,

-Unos días.

-¿Valía la pena prolongar la tortura por apenas unos días?

-Cualquier cosa hubiera sido mejor que esto.

-Hablá por vos.- Javier observó el perfil de la figura en la cama, -¿Dónde va a ser el velorio al final?

-Mi suegra insistió en que fuera en su casa.

La mirada oscura volvió a su propia contemplación del techo,

-Sí, esa mujer puede ser muy insistente cuando se lo propone.

-No todos tienen la suerte de tener tus suegros.

-No, es cierto. Mi suegra es una mujer fantástica... Dormite de una vez.

Tomás giró y se acurrucó sobre un costado, cerrando los ojos,

-Está bien.

-Te despierto en un par de horas.



El velorio pasó por la realidad de Tomás como un borrón.

Mil personas dando sus condolencias.

Amigos y parientes, conocidos y colegas, todos confundiéndose en un mismo sujeto, repitiéndose a si mismo una y otra vez.

-Lo lamento mucho... Cualquier cosa que necesites...

Lo lamento mucho. Cualquier cosa que necesites.

Como si alguna de estas frases significaran algo.

Aprovechó uno de los raros momentos en que quedó solo y escapó al jardín que los Hobert tenían en la parte de atrás de la casa en Olivos. Respiró hondo, llenándose los pulmones del aire frío del mediodía invernal.

-¿Cómo vas?- la voz de Javier lo sacó de su contemplación de la nada.

Se encogió de hombros,

-Bien, qué sé yo. ¿Dónde andabas? No te vi.

-Por ahí. Vino mucha gente.

-Sí.

Las pupilas negras lo estudiaron con bienintencionada burla,

-Vi a una de tus ex novias.

-Sí, la saludé. Es amable de su parte, no me porté bien con ella.

-Sí, no es bueno andar con una persona cuando estás enamorado de otra.

-No me jodas, no estoy de humor para sermones.

Javier hizo una mueca escéptica, pero se abstuvo de hacer más comentarios,

-Ginny te está buscando.- dijo en cambio - Ya están empezando a mover todo para ir al Jardín de Paz, dice que ella te lleva.

Tomás resopló,

-Me va a palmear la mano todo el camino.

-Eso es lo que hacen las personas que nos quieren.

El filtro que lo protegía del mundo flaqueó pero se sostuvo,

-Preferiría que no me abandonaran.

El hombre a su lado sonrió melancólico,

-Y sin embargo nos tenemos que conformar con que nos palmeen la mano.

-Tomás.- llamó la voz de Virginia desde adentro.

-Pulgarcita te reclama.

-¿No podemos quedarnos acá?

-Nop. Te veo allá.

Tomás volvió a juntar aire, llenándose los pulmones, buscando en el oxígeno algún tipo de coraje, y entró a la casa.



De pie junto al agujero abierto en la tierra, observó como la pequeña grúa bajaba el cajón.

El sol brillaba tibio sobre su cabeza, el cielo de invierno era de cristal, a sólo un martillazo de quebrarse en mil pedazos.

Se esforzó por sentir algo, lo que fuera.

Furia, dolor, enojo, frío.

La gente a su alrededor esperaba eso de él.

Pero no se sentía capaz.

Tan sólo podía observar el cajón de madera oscura con una sensación de desapego, como si fuera él mismo el que estuviera siendo enterrado, y no tuviera fuerzas como para protestar.

Ginny le apretó el codo y del otro lado su madre se sostenía de su brazo, observándolo por entre las pestañas llenas de lágrimas.

Todos estaban listos para atajarlo.

Si él tan sólo se dejara caer...

Alguien dijo unas palabras, algo sobre la vida eterna y el polvo, y en una libre asociación de ideas Tomás pensó en que tendría que conseguir el número de alguna empresa para que fuera a su casa a limpiar. No podía volver hasta que todo no estuviera fregado a nuevo. Esto lo llevó a pensar en que iba a tener que contratar a alguien para que limpiara de manera regular. El nunca había estado a cargo de esas cosas...

Son los detalles los que eventualmente nos ponen de rodillas.

Uno a uno los dolientes se fueron yendo. El mediodía ya había pasado y la tarde se alargaba. El mundo presionaba, queriendo volver a girar.

Su madre sollozaba a su lado y Ginny le soltó el brazo para dedicarse a ella.

Lo urgente, como siempre, tomando prioridad sobre lo importante.

-La acompaño hasta el auto y te espero allá.

El asintió, no estaba apurado por irse.

El verde de las plantas, la tibieza del sol, el aire ligeramente mas limpio que el de la capital. ¿Qué razón tenía para volver?

¿Tomaría a mal el administrador si acampaba en su cementerio?

¿Si nunca mas se iba?

Javier se detuvo a su lado,

-¿Cómo lo estás llevando?

-Bien.

-¿Seguro?

-Hijo, que pesado que estás.

-Sólo quiero saber si estás bien.

-Estoy bien.

-No, no estás bien.

-¿Qué te hace pensar que no?

-No creo que todavía hayas aceptado lo que pasó.

-¿Y vos qué sabés?

-Sigo acá.

Y una grieta se abrió en la armadura, dejando entrar el viento.

El sacerdote, un hombre joven que recién parecía estar acostumbrándose al cuello clerical, se acercó hasta donde ellos se encontraban.

-Lamento su perdida.- repitiendo una frase que muchos habían dicho antes y que sin embargo en él, tal vez porque después de todo ese era su trabajo, sonaba sincera.

-Gracias.

El sacerdote estiró la diestra y estrechó la suya en un apretón confortable, la palma tibia y seca envolviendo su mano helada, haciéndole notar por primera vez el frío.

-No llegué a conocerlo, pero por lo que escuché, Javier era un buen hombre...

Un nudo se formó en la garganta de Tomás, filigranas indetenibles resquebrajando el escudo levantado a su alrededor hasta desmoronarlo, la caida envuelta en un silencio atronador.

Apretó los dedos del cura, súbitamente la única cosa firme en un mundo cambiante,

-Sí.

-¿Hacía mucho que estaban juntos?

Buscó a Javier, que se había alejado unos pasos, y una lágrima caliente, la primera en meses, rodó por su cara,

-Toda la vida.- ahogándose con las palabras.

Javier le sonrió, brillante y fugaz como una llamarada de magnesio, y en esa sonrisa Tomás pudo leer toda su historia, llena de idas y venidas, de errores y desencuentros, de penas y glorias.

Desde el trémulo principio en el pasillo de un colegio hasta el amargo final en un pasillo de hospital,

-Estoy seguro de que no está lejos.- los ojos castaños del cura lo observaban, llenos de fe y compasión.

Tomás bajó la cara, luchando por no llorar, por no romperse, por no morir, y cuando volvió a levantarla, Javier ya no estaba.

El sacerdote no dijo mas, se limitó a acercarse y a rodearlo con los brazos. Y enterrando la cara en la camisa negra, con un sollozo quebrado, Tomás finalmente se dejó caer."

FINIS