Otra Mente Brillante Arruinada por la Educación

27 sept 2011

El Filo de la Tijera


Detesto no tener internet en el laburo.
Por alguna razón que no termino de entender, la internet llega justo hasta la puerta. Posta. Una vez cruzada la puerta, no hay ningún tipo de señal. Traje el pituto para la computadora de la biblioteca. Nada. Traje mi netbook. Nada. De la puerta para acá, soy un punto negro en las comunicaciones.
Muy molesto.

La falta de internet entonces no me deja updatear esta cosa tanto como quisiera porque los niños en mi casa son todavía mas difíciles de superar que la señal truncada y mi jefa y sus paranoias. Aún así, yo lo sigo intentado. No puedo fallarle al señor de Tai Pei que visitó este blog esta mañana.
Saluden todos al señor de Tai Pei.
Hola, señor de Tai Pei.

El cuento de hoy tiene a la Ro como protagonista.
La Ro tenía flequillo cuando gurrumina. Hoy día estamos tratando de que crezca, por una cuestión tanto estética como práctica. El tema es que al llegar a cierto largo - cuando se escapa de los peinados y le hace cosquillas en la nariz - la poca paciencia que la caracteriza, la lleva a que - en el momento en que yo me distraigo - le pegue un tijeretazo.
Llevamos con este jueguito de la tijera y el pelo y dale que va ya casi dos años.
Ha habido varios retos, por supuesto, y varias explicaciones - Ro, si no lo dejás que crezca, ¡NUNCA VA A SALIR DE FRENTE A TU NARIZ! - pero no ha habido caso.
"Me molesta."
Pero una sigue en la lucha.

La semana pasada, la tijera atacó de nuevo.
Pero, esta vez hubo una variación en el tema.

"¡Yo no fui, Pancho Chasarreta me lo cortó! ¡Yo tenía lo ojos cerrados, no sé lo que pasó!"
No hubo forma de que soltara prenda.
"No seas ridícula, ¿cómo pensas que voy a creerme que alguien vino y te cortó el pelo de la frente Y VOS NO TE DISTE CUENTA?"
"¡¡NO SE!!"

Esta es mi historia y a ella me atengo.
Yo no fui, yo no estaba y no pueden probarlo.

Un par de días después, le relataba yo al padre este sucedido sucedido - "¿cómo vas a dejar que alguien te corte el pelo sin que te des cuenta?" fue el leit motiv de la tarde - a lo que yo agregué, perfectamente en el rango auditivo de mi niña la mayor.
"Obviamente lo que ella hizo fue manipular al chico, como para no mentir y que la culpa sea de alguien mas." la miré directamente con una mueca "Por que no te creas que me estás engañando..."
Y fue ahí cuando la pesqué. Hubo una sonrisa renuente, un gesto en los ojos, un admisión tácita, y si bien yo sé lo que hizo, mas preocupante es saber que ella también lo sabe.

Seis años.

No, si esa chica es terrible.
Espero que cuando crezca use sus poderes para el bien.

20 sept 2011

La Llave Inquieta


A estas alturas, cualquiera que siga esta blog está mas que familiarizado con las extrañezas que suceden en mi rinconcito del mundo laboral.
Hoy lunes, y porque a quien no le gusta empezar los lunes con historias de fantasmas - o al menos con historias de cosas que seguramente alguien puede explicar de manera lógica, pero esa persona no está en este momento en la habitación por lo que sólo quedo yo para contarles el cuento - voy a ponerlos al día con el último suceso en la ya larga y curiosa lista de sucesos.

En mi biblioteca hay una salida de emergencia que da al jardín de atrás. Pintada del mismo color que la pared, es una linda puerta de seguridad, con un cartelito arriba que avisa que si hay un incendio, ese es el camino a la salvación y un ganchito en la pared a su lado, de donde cuelga la llave que franquea la salvación prometida. La distancia entre mi escritorio y la puerta en cuestión será de nueve metros - a ojo de buen cubero - y yo, por regla general, le doy la espalda.
La semana pasada, María, la chica que limpia, salió por esa puerta a regar.
Al volver, la cerró y me advirtió que iba a volver mas tarde a mover el sapito de lugar, para que no se inundara y nadie nos dijera nada - mi jefa tiene una fea tendencia a decir cosas.

"Dejo la llave en la cerradura para acordarme," me avisó cuando se iba de la biblioteca.

Yo miré ante su aviso - la llave efectivamente en la cerradura - y María se fue.
Continué haciendo lo mío en la computadora, de espaldas a la biblioteca, ya que los jueves a la mañana no hay clases en el instituto, lo que suele significar que no hay nadie para romperme la paz y yo puedo tomarme la vida con mas calma.
Cuarenta minutos mas tarde, María volvió como había prometido. Paré lo que estaba haciendo y la seguí con los ojos hasta la puerta, la miré descolgar la llave del ganchito que hay junto al marco y salir al jardín.
Y ahí fue cuando mi tren de pensamientos descarriló un poco.

¿Por qué la descolgó del ganchito que hay junto al marco si al irse un ratito antes la había dejado en la cerradura?

María volvió a entrar.
"¿No la habías dejado en la cerradura vos a la llave?"
" Sí."
La miré un segundo.
"¿Por qué entonces la descolgaste del ganchito recién cuando llegaste?"
Ella miró la llave, miró el ganchito, me miró a mí y las dos sonreímos nerviosas.

Analizamos el asunto un par de minutos mas, pensamos en si ella había venido antes y la había movido y yo no le había prestado atención, o un elefante rosa pigmeo se había arrastrado por debajo de las mesas y lo había hecho a mis espaldas, pero honestamente, no tenemos ni idea cómo fue que la llave se teletransportó de la cerradura al ganchito.

Sí, yo también estoy esperando a la persona lógica que salió de la habitación para que vuelva y me lo explique, pero se está tomando su tiempo la muy guacha.

16 sept 2011

La Esquiva Moraleja


El otro día decidí hacer tortilla de papas. Que cosa que me gusta la tortilla de papas...
Mi abuela hacía las mejores tortillas del mundo. Incluso tenía un plato especial para dar vuelta tortillas que le regalamos con mi hermana - todo el camino desde Sevilla, envuelto en ropa adentro de la mochila -, esmaltado con flores y con una encantadora inscripción que anunciaba en una caligrafía muy bonita Pa´Voltear Tortillas...

Entonces, con mis planes de hacer tortilla bajo el brazo, llegué a casa, corté las cebollas, corté las papas, batí los huevos en el bol de metal, freí las cebollas, freí las papas, puse las cebollas en el huevo, puse las papas en el huevo y me preparé psicológicamente para el reto de hacer una tortilla de papas cocida por fuera y jugosa por dentro, lo mas parecida posible a las que hacía mi abuela.

"¿Qué vamos a comer?" la voz de mi niño, el menor.
"Tortilla de papa."
"A mí no gu´ta tortilla."
"Pero si son papas fritas con huevo."
"No gu´ta", pues tu te lo pierdes, cariño, y eso fue todo en ese frente, esto no es un restaurante, no te gusta, no comés.
A la Ro en cambio, hubo que atajarla para que no se robara todas las papas fritas de adentro del huevo crudo, en un claro caso de que lo que se hereda no se hurta, ya que mi abuela y yo hacíamos el mismo baile cuando la visitaba para almorzar.

Qué cosa los recuerdos...

Cuando llegó finalmente el momento, agarré la sartén grande, la calenté con una mínima - no, menos... no no, menos todavía... no... te pasaste - cantidad de aceite y con un floreo le eché el menjunje de papas, huevo y cebolla.
Todo el asunto siseó y crepitó de manera muy satisfactoria.
Lo dejé un par de momentos y cuando agarré la sartén por el mango, la levanté para sacudirla un poco, en una de esas cosas inesperadas que tiene la vida, el mango se partió con un chasquido que resonó como un petardo, haciéndo que la sartén cayera violenta contra la hornalla y que por un segundo - un eterno segundo - todo el asunto amenazara con caerse al piso y arruinar todo mi trabajo.
La atajé veloz - soy rapidísima cuando me amenazan con la ruina. Tiré a la merda el pedazo roto y me agarré del muñon que quedaba. Las papas se habían impresionado un poco - ¿qué fue eso? que horror, ¿lo sentiste? - y habían tratado de escapar por el borde de la sartén, por lo que la tortilla se había roto de manera irremediable, mientras que los pedazos que no se habían movido, con el tiempo perdido en cualquier momento iban a pasar de castaño a oscuro.
Manoteé rápido la fuente redonda - que no dice Pa´Voltear Tortillas, pero era de mi otra abuela y tiene un sellito que atestigua que vino de Inglaterra, así que tomá - la puse arriba y como pude - el muñón de mango no se quería prestar - giré el enchastre de papa, cebolla y huevo, los dejé tostarse medio minuto y lo repartí entre los que sí queríamos tortilla.

Estaba buenísima igual, no me voy a andar quejando...

Pero mientras comía descubrí además que la sartén traidora no sólo me había desarmado la tortilla sino que también me había hecho un tajo larguísimo en el dedo gordo, que en el fragor de la batalla yo no había notado y ahora sangraba por todos lados.

Ahora, mirando la curita de Batman que envuelve mi dedo - las de princesas son para los días impares -, no puedo evitar sospechar que en algún lugar de todo esto hay una moraleja. Estoy segura. Algo sobre la gente que piensa que tiene la sartén por el mango...

Pero no termino de poder armarla.

14 sept 2011

Círculos de Brillantina


Hace unos años - sí, muchos, Bebilacqua, llámese a silencio quiere o lo echo del aula - estaba yo en septimo grado y tuve que hacer un trabajo sobre la República Argentína. Algo. No me acuerdo qué. A la distancia puedo notar la importancia totalmente relativa del tema, pero en su momento, y con mis doce años, obviamente era algo monumental. Lo que no quita que me haya olvidado de terminar los mapas a tiempo y encontrarme llorando el día anterior en pleno ataque de histeria porque tenía miles de mapas que colorear y yo como siempre había perdido los días en Uh, caramelos...
Desde el principio que soy una mina despelotada.
Ahí es cuando entra mi viejo en escena y al rescate se pasa toda la tarde pintando y coloreando mapas, cuestión de que el día de la entrega, yo tenía todo al día. Ni siquiera recuerdo que me haya retado, sólo me acuerdo de verlo sentado a la mesa verde de felpa, sombreando mapa tras mapa, siempre listo para sacarme las papas del fuego.

Mi papá.

No me acuerdo de mi mamá ayudándome con cosas de colegio.
Tal vez lo haya hecho, al cabo que todos sabemos que la memoria es perversa y selectiva, pero si lo hizo no lo recuerdo.
Mi vieja se ocupaba de rescatarme de otras cosas - y de comprar los libros escolares, merda la de horas que habremos perdido ella y yo haciendo la cola en las librerías a principio de año... - , pero cuando pienso en tareas atrasadas o trabajos prácticos o todas esas mil cosas que hacen las delicias del mundo escolar, me acuerdo de mi papá.
Es curioso.

Rorro tiene una Exposición de Mandalas la semana que viene.
Sí, escuchó bien Bebilacqua, una exposición de mandalas. No, ni idea a quién se le ocurren estas cosas. Sí, yo también lo golpearía en la cabeza si tuviera la oportunidad. No, no voy a ir al colegio a preguntar quién fue.
En fín. Llegó la notita la semana pasada, y si queremos participar - Sí quiero, mamá, sí sí sí... - , hay que entregar una mandala de 20 centímetros de diámetro antes del 16 de Septiembre. A gusto y piaccere del consumidor. La nuestra es con brillantinas.
La bajamos de la internet, la imprimimos, la pegamos en un cartón y todas las noches, cuando llego de trabajar, le pongo uno o dos colores nuevos, para darle tiempo a la plasticola a secar y que no se mezclen las brillantinas.
Y yo me pregunto si a Ro le quedara en algún lugar de la memoria mi imagen sentada a la mesa del comedor, rodeada de brillantina, trabajando en el coso ese para hacerla feliz o si su memoria, en los años por venir, será también perversa y selectiva, y también ella dirá "Es curioso, pero no me acuerdo de mi mamá ayudándome con las cosas del colegio..."

Voy a tener que sacarle una foto a esa bendita mandala.


8 sept 2011

Nada por Aquí...


La Ro tiene un nuevo truco de magia.
Un truco de magia tan pero tan bueno que ni ella sabe como lo hace.

El lunes llegó del colegio, se puso el uniforme de gimnasia, nos sentamos a comer a la mesa.
"No te manches la remera."
"No, mamá."
Terminamos de comer, milanesas de pescado con arroz - junto a un pequeño lago de salsa golf - y soné el clarín que era hora de irnos. Una vez mas a la brecha, mis amigos...
Zeke no le dio ni pelota al clarín, al cabo que no suena por él, y siguió muy tranquilo con lo suyo - no suele terminar hasta por lo menos veinte minutos después que los demás hayamos limpiado el asunto así que ahí no iba a apurarse nadie.
Juntamos todo, pasó por el baño, dejamos al padre con el niño, "Vamos que estamos justo", bajamos la escalera y al llegar a la reja del jardín, descubro con horror una enorme mancha de salsa golf en la remera blanca.
Desde los botones hasta donde el estómago se empieza a curvar.
"Pero... pero... Rorro, estaba limpia, ¿cuándo te manchaste?"
Ella miró su remera y se encogió de hombros,
"No sé."
Suspiré, ya era tarde para ir a cambiarla, el abuelo estaba esperando en la camioneta.
"Bueno, nada,” saqué el buzo de la mochila “vas con el buzo puesto y no te lo saques,"
La Ro intentó protestar que no quería ponérselo, cosa que ignoré, y allá marchó, la mancha escondida bajo el buzo, en la tarde que al cabo que no estaba tampoco tan tibia.

El martes a la hora del almuerzo le puse un delantal de cocina - ya tenemos seis, los baberos son denigrantes - y comimos los mostacholes con salsa sin un solo traspiés,
"Mirá," orgullosa. La ayudé a sacarse el delantal. "No me manché nada."
"Muy bien," y al igual que el día anterior, juntamos todo, se lavó los dientes, dejamos a Zeke comiendo con el padre y marchamos a buscar su transporte.
Y al igual que el día anterior, al llegar abajo y mirarla para acomodarle el cuello de la remera, descubro con sorpresa, que el frente de su remera blanca tiene un largo churrete de salsa, justo en la curvatura de la barriga.
"¡Rorro!"
"¿Qué?"
"¿Cómo hiciste? ¡Estabas limpia!"
Se mira la remera, y me mira a mi con los ojos grandes y un tanto llorosos.
"¡Pero no me manché!"
Y ahí está el misterio, señoras y señores, porque puedo asegurar que de la mesa se levantó limpia.
Protesté escaleras arriba, buscando quorum, y desde arriba llegó la voz del hombre de mi casa, igual de sorprendida.
"De la mesa se levantó limpia."
"¡Argh, Rosarito!" le pasé el buzo por la cabeza, "Nada, irás con el buzo de vuelta." la subí a la camioneta, “Y no te lo saques.”

Hoy al mediodía comimos cerdo con puré. Solomillo para mas detalle. A un costado del cerdo en el plato de mi niña, un charquito de salsa golf. Arriba de la niña, un delantal. A los costados de la niña, los padres vigilando que no se manche.
Llegó la hora de partir, sacamos el delantal con cuidado - no fuera cosa que fuera el delantal el perpetrador, con alguna mancha escondida del lado de adentro... cosas mas raras han pasado... - no encontramos mancha alguna y aliviados nos dispusimos a partir.
"Hoy vas a poder ir sin el buzo," acoté bajando las escaleras. Al cabo que la tarde estaba tibia, no había manchas, y la Ro detesta abrigarse de manera innecesaria.
Ah, sí... Yo y mi gran bocota.
Ni bien llegamos a la puerta y se estira para agarrar su mochila, descubro a la mancha en la parte de abajo de su manga, justo encima del pulso.
"Me estás tomando el pelo."
"¡Yo no hice nada!"
No le dije nada. A estas alturas ya no sé que mas decir. Al cabo que yo la vi esforzarse en la mesa para no mancharse. No es su culpa que por alguna razón que no podemos entender las manchas parezcan aparecer después de que las fuentes de manchas se hayan alejado.
Moví su brazo y enfrenté la prueba. La mancha incluso estaba reseca, lo cual probaba que debía habérsela hecho hacía un buen rato... ¿En qué momento si nadie vio nada?
Man, que frustrante.
Le saqué el exceso, la rasqué hasta que salió la mayoría y sólo quedó la silueta en rosa.
"No me quiero poner el buzo," la Ro me miró suplicante.
Un segundo, dos segundos, tres segundos.
Al carajo.
Le di vuelta la manga y la mandé así nomás.

Mañana hay tarta. Sin salsas ni jugos.
Estoy re podrida de jugar a la mancha.

2 sept 2011

La Malvada Bruja del Sur


Ro me avisa, un rato antes de salir para el colegio, que ya puso todo adentro de su mochila.
Como normalmente me encargo yo de cambiar los cuadernos de la mañana por los de la tarde, me parece muy responsable que lo haya hecho, así que la felicito y quedamos así.

Media hora mas tarde, ya estamos por salir, y yo le abro la mochila para pispear si quedó dentro el bolsito de pileta - porque tuvo pileta, no porque yo esté loca - y confirmo así nomás, sin mirar con atención, que dentro de la mochila roja y negra de Pucca no hay ningún bolsito rosa de flores - resalta como sangre sobre la nieve el bolsito de flores dentro de la mochila roja y negra.
Agarro unas cosas de mi escritorio y desde ahí me llega la voz de la Ro gritando "¡¿Para qué abriste la mochila?!"
Vuelvo despacio hasta donde está ella. Cualquiera con mas de dos dedos de frente puede leer entre esas líneas a la defensiva.
"Para ver si habías sacado la bolsa de pileta, ¿por qué?"
"Por nada." levanta la mochila, algo completamente inusual en ella "Yo llevo la mochila."
Bueno, listo.
"¿Qué tenés en la mochila?"
"Nada, vamos." y avanza, la mochila a la rastra.
Sí, y yo caí con la última lluvia.
Con un rápido movimiento levanto la mochila - descubriendo en el proceso toda una cacofonía de clings, clangs, toc.
"¡No la abras!"

Música de suspenso...

Cual no sería mi sorpresa al encontrar dentro los ocho perfumes que le habían regalado en su cumple, amén de otros tres y un par de desodorantes.
"¿Qué hacés con todo eso?"
"Los quiero llevar."
"¿Para qué?"
"Porque quiero."
"No podés llevarlos al colegio."
Y se desató el llanto.
Man, como llora esa cría cuando quiere conseguir algo.
"No."
"¡Pero yo quiero llevaaaaaaaaaaarlos!"
"No."
Los saqué y los puse y arriba de la mesa y ella los abrazó entre lágrimas.
"¡¡¡Por favoooooooor!!!"
"Podés llevar uno, negra, pero no todos."
"¡¡Uno nooooooooo!!
"Elegí uno y vamos."
"Uno no, doooooos..."

Acá es cuando entró el padre a la contienda y le dijo que si no se dejaba de joder iba a tirar todos los perfumes a la basura y a la mierda con todo.
Ella abrazó mas fuerte las botellitas y siguió gritando.
El padre trajo una bolsa y empezó a juntar.
"Nooooooo."
"Dale, Ro, elegí uno y vamos."
"¡Dooooosss!"
Y la primer botellita se balanceó sobre la bolsa negra.
"Bueno, dos." acepté yo rápido, que tampoco quería ver a los perfumes desaparecer en la basura, y al cabo que dos perfumes no son 11 + dos desodorantes, así que no era algo tan terrible...

La Ro eligió rápido, lágrimas gordas en los cachetes, murmurando en mi dirección,
"Sos mala... " con tono de enculamiento importante.
"Sí, soy malísima. Vamos."
Agarré la mochila - a la que tuvimos que agregarle la cartuchera velozmente, que la Ro en su apuro por esconder el contrabando había dejado afuera - y me dirigí a la puerta... donde noté que mi niña tenía en los dedos puestos dos anillos... uno de los cuales era mío.

Dudé.
Me avergüenza decir que dudé.
No tenía ganas de empezar de vuelta. En serio. Ya una vez bastaba por un rato... Pero bueno, si uno no lo hace quién lo va a hacer.
"Rorro, dame ese anillo."
"Nooooooooo..."
Dios, que agobio.
Otra vez el tira y afloja, y el quiero llevarlos y el sos mala y el prestámelo y la mar en coche, hasta que finalmente logré que lo soltara y pude llevarla hasta donde su abuela la esperaba.

Estoy segura que me puteó bajito todo el camino hasta el auto.
"Igual te quiero mucho." me despedí de ella.
Me miró furiosa.
Sí, soy una bruja.
Totalmente.