Otra Mente Brillante Arruinada por la Educación

30 dic 2009

Como si el Resto no Hubiera Bastado...


Ayer al mediodía prendí el televisor, prendí el DVD y apreté el botón OPEN/CLOSE para poner Cars, la archipelícula de Zeke. Sorprendente lo mucho que le gustan los autos a ese chico. Es curioso como a veces, sin que uno haga nada y dándoles toda la libertad del mundo para elegir, caen los chicos solos en el estereotipo en que la gente tiende a ponerlos. En fín, decía, apreté el botonito, puse mi mejor cara de "esperá un segundo que ya empieza" y oh, sorpresa para todos los involucrados, nada sucedió. Apreté con mas fuerza y otra vez, nada. El cartelito digital anunciaba "Closed" pero de "Open" ni hablar. Volví a apretar, con ganas, y maldito su interior de cobre, el coso me ignoró. Apagué y prendí. No hizo mella. Moví todo. Lo golpee ligeramente. Silencio de radio. Puse play a ver si eso reseteaba lo que sea que estuviera mal, pero la pantalla se encendió y pude ver el menú de la película que estaba dentro en un negativo surrealista, con violetas oscuros, azules grisaceos y letras ultra brillantes.
Aceptando el destino cruel, le avisé a H que el DVD estaba enfermo y pese a los gritos de Zeke, estafado en su deseo, cambié el canal AV y puse los dibujitos.
Esa noche llegué a casa a las 8 30 y lo encontré a H sobre la mesa del comedor, destripando al aparato, con la Ro sentada junto a él, declamando que nunca había visto cables mas bonitos y que estos tenían estrellas y ¿qué cosa es esa?, e ignorando olímpicamente al padre, que trataba por todos los medios de arreglar el aparato mientras evitaba que ella se electrocutara tratando de tocar los ya mencionados cables bonitos.
Eventualmente H anunció su derrota, - "Ves esto de acá? Esta quemado" - y decidimos ir a ver de comprar uno nuevo en mil cuotas, porque unas vacaciones con Zeke llorando por sus autos y Rorro por sus princesas no iban a ser vacaciones. Enchufé el televisor, que H había soltado cuando agarró el DVD y puse el canal de dibujitos again. O al menos eso intenté, porque en un arranque de solidaridad con su compañero caído en desgracia, nuestro televisor grande se negó a encender. Me mordí el labio, enchufé y desenchufé, probé en otro enchufe, moví el cable, hice todo el baile que uno hace en ese tipo de circunstancias y finalmente acepté la realidad inverosimil. En una casualidad espantosa - porque uno creería que los dos eventos están relacionados, pero no veo como, ya que uno cayó herido cerca del mediodía mientras que el otro parece haber fallecido cerca del anochecer - nuestro televisor del living también tuvo el descaro de quemarse ayer.
Y otra vez los llantos y las quejas de los gemelos fantásticos, pretendiendo que yo hiciera magia con mis grandes poderes maternos y arreglara el mundo. Cosa que me encantaría hacer, ya quisiera yo, pero ja! Así que finalmente, resignada ante lo inevitable, sacrifiqué mi computadora en haras del bien mayor, puse Cars en el reproductor, instalé a mis niños en el sillón y hoy con H vamos a mover la tele de mi cuarto al living y a hacer malabarismos financieros para ver como llenamos el bache.
Ahora, hay que ver, ¿a quién se le ocurre terminar el año de esta manera?
Al primero que diga algo del estilo "mejor, así empezás el año con todo nuevo" le tiro con la chancleta.

29 dic 2009

A Medida


No sucedió así: Los cielos se abrieron y resonaron las trompetas. Los ángeles batieron sus alas perfumadas. Ríos de champagne corrieron libres para festejar la gloria del nacimiento de Cristo. Luces brillaron en todas las puertas y coros se alzaron para celebrar la gloria de Dios. Las naciones depusieron las armas y la tranquilidad se hizo carne. La Estrella de Belén surcó el firmamento y hubo paz en la tierra para los hombres de buena voluntad.

Tampoco sucedió así: La música resonó en el inmenso salón, canciones de Navidad remixadas haciendo temblar los muebles. Guirnaldas de hojas verdes y flores rojas colgaban de los marcos y ángeles de alambre y lino decoraban las puertas. Una mutitud de invitados, distribuidos en varias mesas, disfrutaba de una copiosa comida compuesta de varios platos, disfrutando el momento, sin preocuparse por la hora. Boles de postres y canastas con frutas se alineaban sobre los mostradores, decorados en plateado y blanco. Botellas de champagne descansaban en las heladeras, esperando que dieran las doce para ser abiertas. Docenas de paquetes reflejaban las luces del gigantesco árbol, en rítmico parpadeo, encendiendo y apagando la noche.

O de esta manera: La numerosa familia, vestida con su mejor ropa, cruzó la calle en dirección a la Iglesia, donde ya un buen número de feligreses se había reunido para escuchar la misa de Gallo antes de volver a casa, para disfrutar de la cena Navideña. La pequeña Iglesia, sus puertas abiertas de par en par, estaba llena a rebosar de flores de distintos colores y el perfume impregnaba todo lugar, mezclándose con el calor del verano, cargando la atmosfera, ya pesada de humedad e incienso. La niña mas pequeña se soltó de su padre y corrió hacia el altar, maravillada ante el misterio, seguida por su hermana mayor, que agarrándola firme de la mano la llevó de vuelta al seno familiar. El sacerdote se asomó por la puerta de la sacristía, para ver la cantidad de atendentes y sonrió feliz antes de volver adentro para terminar de arreglarse.

Sucedió así: La cena casera terminó temprano, merced a las insistencias y los ruegos de la niña mayor de la casa, que desesperada por la inminente llegada de Papá Noel, no había querido comer nada. Un rato antes, tanto ella como su hermano menor habían seguido las pistas de la busqueda del tesoro que organizara su abuelo y habían encontrado la cajita llena de monedas de chocolate, cosa que no había ayudado en nada al caso de la carne con verduras. Despues de la comida se encendieron las estrellitas y los cohetes, lo que llevó a las risas y los sustos, mientras la cheesecake hacía una aparición momentanea. Una vez terminada la pirotecnia -y la cheesecake - los padres de los críos, cansados finalmente de tanto ruego intermitente adelantaron la llegada del Viejito Pascuero. Los minutos hasta las doce se fueron entre exclamaciones de alegría infantil y ruido de papel rasgado. A las medianoche se descorchó un champagne y un anana fizz - para los que no gustan del champagne... - y la familia salió, copa en mano, a la mitad de la calle a ver los fuegos artificiales. A eso de la una y media, después de los últimos gritos histéricos y agotados por que nadie quería rescindir de sus jueguetes nuevos, los cachorros se fueron a dormir, y después de ordenar un poco, yo me fui a dormir también, con esa agradable sensación de contento que tiene uno en el pecho cuando el mundo es como tiene que ser.

27 dic 2009

Reseteando el Reloj...


Ahí termina el 26 de diciembre.
Tengo que decirlo, no me gusta nada el día 26 de diciembre. Me resulta anticlimático.
Yo pertenezco a esa categoría de gente que disfruta de la Navidad. No me paso el año entero esperándola - no realmente -no del todo - , pero me hace cierta ilusión saber que ahí está, brillante y colorida, envuelta en papel de regalo y buenos deseos, lista para hacerme pensar en cosas mejores después de un largo año de trabajo. No puedo evitar el pensar que es una de las mejores épocas del año. Desde el 8 que armamos el arbolito hasta el 25 a la noche, con las calles adornadas, las personas deseándose felices fiestas, todos preparándonos para esa noche en la que por un rato podemos fingir y casi creer que todos somos hijos de Dios. Aun cuando haya cada vez mas gente protestando su comercialización, aun cuando haya tantos a los que les gusta sentirse superiores y decir que la Navidad es sólo para los chicos. Yo la disfruto. Las Navidades que pasé en familia, las que pasé con amigos, las que pasé en malas épocas y las que pasé en buenos tiempos. Desde que era chica y todavía tenía abuelos hasta ahora en las que tengo hijos. Creo que pese al cliche que la envuelve, es un tiempo en el cual uno tiene derecho a pensar que no todo está perdido.
Por eso a mí el día 26 me jode. Por que marca el final de todo eso. Y ahora tengo que esperar todo un año otra vez para poder volvera a sentirme así.
Mi arbolito todavía titila - no voy a sacarlo hasta después de reyes - pero ya no es lo mismo. Lo enchufo y ya no me llena de expectativa. Lo miro y no puedo evitar sentir que está fuera de lugar, como alguien vestido de gala en una reunión a la que todos asistieron de jeans.

24 dic 2009

Pero Que Vuelan, Vuelan


Ayer entré a la Cultu y la ventana grande junto a la biblio estaba abierta. Considerando que yo la había cerrado la noche anterior antes de irme - siempre lo hago, ya una vez me retaron un olvido porque parece ser que una ventana abierta invita a que entren gatos/ratones/murcielagos/ninjas y cualquiera de estos (el ninja quizás no) haría sonar la alarma - asumí que María, la chica que limpia, había llegado antes que yo y la había abierto. Descarté la posibilidad de que se hubiera abierto sola porque la cosa tiene una traba bastante segura, y si en el momento la cerrás mal, se te cae en la nariz, asi que no hay forma de equivocarse.
Pero cuando pregunté María no había llegado todavía y ninguna de las chicas de secretaría tenían idea de quien había movido la ventana.
Esta historia, que en sí misma no lleva a nada mas que a un "debo haberla cerrado mal", si uno la suma a las demás cosas que de a poco se van juntando, es... bueno, incómoda.
Cosas como la noche en que cerrando la puerta de la biblio escuché como en una de las aulas se cerraba una de las ventanas - se juntaba la hoja y se corría el pasador, no solamente se golpeaba por culpa del viento - y el aula estaba vacía. Tengo testigos. Pato que estaba haciendo algo del otro lado también lo escuchó, porque una es imaginativa, pero mi imaginación todavía no se desborda sobre inconcientes ajenos.
O el cuento de las guías de teléfono, que cuando volvimos de las vacaciones estaban adentro de la Cultu - detrás de la puerta cerrada con llave - y apiladas una arriba de la otra en el suelo. Considerando que sólo hay dos personas que tienen llave y que las dos niegan de manera vehemente el haberlo hecho, es toda una proeza para las dos guías el haber cruzado la puerta sin activar la alarma - deben ser ninjas - y haberse apilado muy cómodas a esperar el comienzo del año lectivo. La lógica indica que una de las dos personas miente, pero viendo y considerando que no hay motivo para que mientan - cualquiera de las dos tiene razones válidas para haber estado en la Cultu en pleno enero - todo el asunto es curioso.
Y para terminar no hay que olvidar la vez que María abriendo la puerta de entrada una mañana le pareció ver a través del vidrio un reflejo blanco que se iba por el pasillo. La chica pobre prefirió quedarse afuera y esperar a que alguna de nosotras llegara para hacerle el aguante.
... No es que uno crea en fantasmas... Pero la ventana seguimos sin saber quien la abrió...
Por lo pronto, si en la Cultu hay espíritus y su único interés son las ventanas y las guías, supongo que estamos bien. Pero en el momento en que los libros empiecen a moverse sólos me fui a la mierda.

22 dic 2009

Se Vive Se Aprende


Fuimos al supermercado el sábado por la tarde. Hicimos la compra y nos pusimos en la cola. Por esas casualidades - todavía no habían pagado el aguinaldo - no había tanta gente así que no era muy larga. En una de los costados, en los stands de compras de último momento - lo que me lleva a un paréntesis momentáneo. En Jumbo en los stands de compras de último momento han puesto Bonsais. Bonsais. ¿Quién compra un Bonsai como algo de último momento? ¿"voy a llevarme una lata de coca, un paquete de chicles, dos pilas y un Bonsai"?... ¿Quién ordena estas cosas?
En fin.
En los stands de compras de último momento, decía yo entonces, había colgadas bolsitas de red llenas de canicas y Rorro empezó su letanía.
"Quiero canicas." "Quiero canicas" "Comprame unas canicas" "Por favooooooooor" "Porfiiii" con ese tono penetrante destinado a desmoronar las defensas paternas.
Siendo sábado a la tarde, queriendo irnos de una bendita vez, ni el padre ni yo estábamos de humor realmente como para darle pie así que dijimos que no y abandonamos el lugar, previa entrega de todo nuestro dinero a la señorita detrás de la caja, que no pareciera, no no, ella en su uniforme de polyester, pero es capaz de robo casi a mano armada con la mejor de las sonrisas.
El día continuó su marcha y yo, ilusa, pensé que el cuento había terminado, pero no, sólo era la punta del iceberg. En lo que duró el fin de semana Rosario debe haber pedido bolitas y/o canicas alrededor de 377 veces - give or take - y yo finalmente claudiqué el lunes al mediodía. Todo ser humano tiene un límite y el mío parece ser llega hasta el pedido numero 378. Creí que podría resistir, pero no. Estoy segura de que me sangraba una oreja.
Salí de laburar el lunes a la tarde y me embarqué en la busqueda de bolitas, sabiendo por Susana que la Ro se había pasado la tarde diciéndole a todo el mundo que su mamá le iba a traer una bolsa de canicas y que ella iba a esconderlas para que su hermano no se las metiera en la boca y toda una serie extra de indicaciones y afectaciones respecto a las bolitas que yo iba a traerle.
Ahora, quiero que todos ustedes sepan, no hay bolitas en todas partes como yo ingenuamente creí. Nop. Walmart si tiene. Flipper, el kiosco grande al lado del hospital, Puerta Norte, Pamplinas, el local de al lado de Pamplinas, Giro Didáctico, la librería papelería cerca de la plaza, Azza y el local de decoración en la avenida - que sí tiene gemas - no tienen.
Finalmente, cansada de dar vueltas por Neuquén, me rendí, fui hasta el mercadito a dos cuadras de mi casa a comprar algo para la cena, y por supuesto, porque la vida está configurada de esa manera, en el mostrador del kiosquito de junto, había colgadas nada mas ni nada menos que cinco bolsitas de red llenas de canicas.
Ni que decir que en mi felicidad - ya me había visto llegando a casa con las manos vacías y teniendo que soportar horas de llanto desilusionado - compré dos bolsitas, las metí con la prepizza y demases de la bolsa y partí hacía casa.
Rorro no dijo hola que me sacó las canicas y corrió a esconderse a su cuarto - madre, padre y abuela taladraron en su cabeza que sólo puede jugar a las bolitas lejos de Zeke - con una lata de leche Nido donde volcarlas y una sonrisa de oreja a oreja. Fue un momento dulce...
Por supuesto, el interés por las benditas bolitas le duró veinte minutos, mientras que la lastimadura que me hizo la sandalia en el empeine durante mi deambular me va a durar varios días. Pero ya aprendí que el tema es o claudicar a la primera o resistir al menos hasta el pedido 602.

19 dic 2009

Una Vueltita Mas...


La chica está de cumpleaños... otra vez.
Un aplauso fuerte para el pequeño planeta que logró, contra todo pronóstico, dar una vez mas toda la vuelta al sol y para la chica que lo acompañó en su viaje. Vamos. Todos. Pónganse de pie. Un aplauso muy fuerte. Se lo merecen.
Y ahora que estamos todos de pie y las copas han sido repartidas - alcáncenle una al chico del fondo que no tiene, rápido - , brindemos para que el año que viene también, tanto el mundo como yo, podamos estar acá con ustedes brindando por otra vuelta mas.

18 dic 2009

El Agua Cuando La Miras...


Bueno, pasaban de las nueve de la noche y ahí estaba ella, llena de malicia, desparramada sobre el borde del mundo, haciéndose la distraída. Negra y alborotadora, la tormenta dividía al cielo en dos. De este lado, azúl aguamarina, tornasolado, azul francia, ese azul donde el sol ya se fue pero todavía queda el eco. De ese lado, baja y amenazante, ella, ocultando el atardecer, extendiéndose gris plomo, gris carbón, gris laja.
Rosarito y yo, arrodilladas en el sillón amarillo, apoyadas con las manos y la frente contra la ventana, la teníamos observada, adivinando sus intenciones.
Ella, indolente, como quien no quiere la cosa, se estiraba sobre el horizonte, desde el edificio alto allá lejos hasta la pared de la casa que nos corta el paisaje al otro lado de la calle. Cada tanto uno que otro relampago interrumpía su desperezar, iluminando su interior burbujeante, desmintiendo su inmovilidad, haciéndonos saber que andaba buscando roña.
"Viste ese?"
"Sí, fue re largo!"
"Y ese otro!!"
"Fabuloso."
"Mirá!!"
"Ahí!"
Y así nos pasamos un buen rato, deseándola llegar, viéndola moverse por el borde de la ciudad, cargada de electricidad, agua y alivio...
Pero se ve que se dio cuenta de que la estábamos vigilando, porque rodeó los edificios, nos hizo un gesto grosero y se fue a hacer maldades a otra parte.
No, si ya no quedan tormentas educadas.

16 dic 2009

Allá Lejos y Hace Tiempo


Vivir lejos es un tema.
Uno decide en un momento dado que lo mejor es irse - seguir ese amor, ese trabajo, esa corazonada, ese sueño de mejorar - y no calcula todo lo que queda atrás.
No es el desarraigo. No literalmente. No en mi caso al menos. Hay muchos que opinan distinto pero la tierra en que nací me importa poco y nada. Yo siempre fui del tipo "mi tierra va conmigo". Mi pastito interior, como decía Miguelito, el amigo de Mafalda.
Yo no extraño Buenos Aires en absoluto.
Mi problema, por supuesto, es la gente que quedó allá. Tengo que admitir, sin embargo, que la mayor parte del tiempo no pienso mucho en ellos. No llamo, no escribo, no los necesito para seguir adelante con mi existencia y pueden pasar días - bueno, no, pero sí horas - sin que me acuerde de ninguno. De hecho, para que dar vueltas, soy un queso y pueden pasar semanas sin que hable con alguien de allá y si me entero de que están todos bien es gracias a los mails de mis amigas o a los msn de mamá y papá.
Pero - porque el tiempo no se detiene y la marea no espera -, de tanto en tanto, algo portentoso sucede, y así de la nada me golpea, justo en el plexo solar, el hecho de que yo no estoy ahí. Se me corta el aire, se me llenan los ojos de lágrimas, porque el mundo cambió y yo no fui testigo. Porque esas personas que yo dejé atrás y creí que nunca cambiarían - que si yo me iba ellas se mantendrían prolijitas y guardaditas en el cajón, esperando a que yo volviera -, ya no son las mismas, y ese lugar que yo congelé en el espacio de mi mente ya no existe.
Uno decide que es lo mejor y se apega a esa decisión, pero a veces no se puede evitar cierta melancolía.

14 dic 2009

Pajaros Volados


Llegó hubbie el otro lunes, revirado porque su secretaria quería tomarse las vacaciones desde el 25 de enero hasta el 8 de febrero. El problema, por supuesto, no era ese, al cabo que para esos días él ya va a estar de vuelta y no sería la primera - ni la última vez - que tiene que quedarse a cargo de todo el bendito lugar. El problema, como todos los problemas en este ámbito, era que el escribano - viejo y peludo - no estaba de acuerdo.
"Escribano, Anto quiere tomarse las vacaciones desde el 25 de enero hasta el 8 de febrero."
"¿Cómo va a hacer eso? Si yo me quiero ir, qué... " y la mar en coche, y los precios del café en Estambul, y en mis tiempos, y la vida como la conocemos, y no tendrá un polvoron, " y si usted quiere quédese usted," después de lo cual dio media vuelta y se fue dejando a Henry sin haber entendido mucho y pensando que merda le iba a decir a Anto sobre todo el asunto.
Paseó por el living de casa de ida y de vuelta, esquivando a Zeke que jugaba a los autitos en la alfombra e ignorando los gritos de Ro que le tapaba la televisión.
"Porque Anto quiere irse con los amigos de vacaciones, que se van esos días. Cosa que me parece muy bien. Son sus vacaciones. Y si yo puedo darle los días esos, ¿por qué le voy a decir que se vaya en marzo?"
Mi alma poco caritatíva, recordando todas esas vacaciones perdidas por tener que trabajar, contestó mientras servía la mesa,
"Y si tiene que laburar que labure."
El mío marito, que en el fondo tiene un lado softie, continuó,
"Pero es que no es justo. Además no sé si el viejo me entendió. Para mí que no me escucha."
"Explicáselo entonces," mientras me sentaba a comer, llamaba a la troupe y esperaba que terminara con su paseo y se apropinguara a la mesa.
"Pero ¿y si se encula y decide que yo no me puedo ir?" cosa ante la que hice una mueca, después de todo el escriba escribanus es muy conocido por sus tendencias impredecibles y yo no me iba a quedar sin mis vacaciones sólo porque a Henry se le dio por andar de administrador andante.
"No se lo expliques entonces"
Admito que yo a veces no soy de mucha ayuda.
Con una mueca se sentó a la mesa, Rosarito seguía viendo los dibus pese a todas mis exhortaciones.
"Además," continuó, "no sé por qué carajo hace tanto escándalo. Si él quiere irse que se vaya, no es como que nunca me deja solo" y yo pensé en la cantidad de veces que el buen hombre se ha ido al joraca y lo ha dejado a cargo del circo por meses enteros. Venirse a quejar ahora, el caradurismo de algunos. Continué con las milanesas y volví a gritarle a la Ro para que viniera a la mesa, y dejara a la caja boba de una vez.
"Decile entonces a Anto que se vaya y listo, y arreglalo con el escribano despues"
"Sí, y así es como yo siempre me tengo que pelear con el viejo," atacó la milanesa con la botella de limón "Podría decirle a Anto que fuera directamente a hablar con él..." soñó por un momento, la botella en alto, pero lo cortó por lo sano. Hacer eso te pone al nivel de esos que patean cachorritos.
El tema continuó por un rato, a través de Rosarito y el exceso de ketchup, a través del zapping de las noticias, a través de levantar la mesa y limpiar la cocina, hasta finalmente terminar en un impasse.
"No sé. Voy a esperar un poco y cuando se calme, ver de sacar el tema otra vez." el asunto quedó ahí.
Me llama el jueves siguiente desde la escribanía,
"Hablé con el escribano por las vacaciones de Anto. Una vez que le expliqué, me dijo que no había problemas."
"Qué le dijiste al final?"
"Le dije que yo había hablado muy seriamente con Anto y que ella finalmente había estado de acuerdo con tomarse las vacaciones del 25 de enero al 8 de febrero."
Hubo un silencio de mi parte.
"Pero eso no era...?"
"Sí."
No, si el viejo está gagá.

12 dic 2009

María Tenía un Corderito



Llegó el otro día la nota de cuando era la fiesta de fin de año de Ro.
En un momento de la larga misiva llena de instrucciones - algo mas que quieran aclarar, si, no, ¿puedo llevar a Zeke o hay que tener esta altura para poder montar el juego? - hablaba de manera ominosa del hecho de que los niñitos tenían que ir al acto vestidos acorde a lo indicado. Me permití un suspiro de alivio al darme cuenta de que a Ro no le habían anotado en ninguna parte del cuaderno ningún tipo de indicación respecto a su indumentaria, así que podíamos acogernos a la frase "todos los niños deben venir con el guardapolvo puesto", agregada debajo, y respirar en paz.
Por supuesto mi alivio fue breve cuando esta mañana abrí el cuaderno y encontré una nota tardía advirtiendo que los niños de salita de 4 debían ir vestidos de pastorcitos.
Que hinchapelotas.
Yo que tan cerca me creí de la libertad...
Pero bueno, la realidad se impone y estoy dale que va pensar como mierda se viste un pastorcito. Porque no hay mas indicaciones. El mes pasado que se tuvo que disfrazar de abeja hasta mandaron una foto de como querían que fuera el bendito disfraz. Como si uno nunca hubiera visto una abeja en su puta vida. Pero ahora, que tengo que disfrazarla de pastorcita, nada, ni una pista.
Cualquiera de ustedes podría decirme... ¿qué? Porque los pastorcitos que yo veo hoy en día cuando voy para el campo están vestidos de jean y zapatillas. O alpargatas. O bombachas y alpargatas. O cualquier indumentaria que uno podría cruzarse por la Recoleta a las 3 de la tarde, ni hablar de en un pastizal en medio de la Pampa.
Hoy en día no existe el típico pastorcito de las postales navideñas. Hoy en día un pastorcito se viste con ropa de supermercado como cualquier hijo de Dios.
¿Será que quieren eso, un pastorcito navideño entonces? Considerando la época no sería tan fuera de foco lo mío. Ahora, si este es el caso, ¿por qué no me lo aclaran? Si cuando mandaron la nota de la abeja sólo les faltó mandar el detalle de cuantos puntos había que hacer en el hilvanado. Al cabo que no la quiero mandar a la chica con una tunica blanca, una soga a la cintura, sandalias franciscanas y una oveja bajo el brazo hasta no saber si la opción de los jeans y las zapatillas es viable o no. Es terrible, esta gente cada vez se organiza menos y me desorganiza mas, y considerando que hoy terminaron las clases no veo a quien voy a poder pedirle opinión.
Cuando mandaron la nota de la abeja tengo que admitir que me quejé del exceso de información - fue un laburo chino hacerlo igual a la foto - pero, como siempre, tarde uno se da cuenta que la desinformación es mucho mas molesta.

10 dic 2009

La Mamá de Roque


Rosario tiene una amiga, V - no vamos a usar nombres, la pobre chica no tiene la culpa de nada - , un año mas grande que ella, con la que compartió salita de 3-4 el año pasado y que ahora pasó a preescolar.
Rosarito, por supuesto, ama a su amiga V y como todo gran amor, siempre está queriendo invitarla para que venga a jugar a casa.
El tema es que cada vez que llamo a la Madre de V para organizar algo, V tiene ballet, o ensayo, o prueba de vestuario, o algo en la misma vena.
Uno diría que es la próxima Paloma Herrera lo mucho que balletea esa chica.
Pero bueno, uno, si es como yo y trata de pensar lo mejor de la gente, piensa, está bien, tal vez uno no le da suficiente crédito y esta chica sí sea la proxima Paloma Herrera.
Sin embargo, a la buena voluntad que uno tiene, uno no puede evitar sumarle que un par de esas veces en que sí logramos que V viniera, cuando el papá la ha venido a buscar, al grito en conjunto de V y Rosarito de "Mañana puede venir Rorro a casa!? "Mañana puedo ir a la casa de V?!", el buen hombre ha respondido "Sí, dale, mañana traela". Entonces yo, que soy responsable y no me subo a cualquier colectivo, voy "Bueno, dale, llamo mañana para confirmar la hora." Y al llamar al día siguiente y hablar con la Madre de V para confirmar la hora, me he encontrado con la respuesta "Pero yo no sabía nada..." y que esto y aquello y gran favor que me hace aceptando a mi hija en su casa.
Obviamente despues de esa conjunción de hechos - el papá que no parece tener ni voz ni voto ni memoria, la Madre que sabe Dios exactamente cual es su problema, y el bendito ballet - simplemente dejé de llamar a V y a su Madre. No necesitamos que nos hagan favores, muchas gracias, Rosario tiene otros amigos.
Hoy, sin embargo, después de varios días de conseguir distraerla con esos otros amigos, Rorro se enculó que quería invitar a V, V, V y sólo V iba a servir.
Yo: "Rorro, seguro que tiene ballet," y estoy segura de que no captó mi sarcasmo latente.
Ro: "No tiene. V me dijo que ya no tiene mas..." me pregunté yo que pensaría su Madre de que hubiera soltado semejante pedazo de información así como así, pero acepté el dato, averigüé si Susan estaba de acuerdo con esta invitación - ya que no estoy a la tarde trato de no el tipo de persona que invita gente para que la cuiden los demás - y luego de la confirmación de Susan, mandé un msn a la Madre de V.
No me da para hablar con ella.
La Madre de V contestó que su niña estaba almorzando en el jardín y que a las 14 la iba a ir a buscar.
Mi msn de respuesta fue que fantástico, que me avisara cuando hablaba con V, que Rosarito estaba chocha porque V le había dicho que no tenía ballet así que iba a poder venir - tratando de sacar del mapa la excusa del baile, a ver si lográbamos algo.
La Madre de V me contestó que sólo la podía traer si la traía a las 14, cuando la buscaba en el jardín, porque después ya no venía para el centro - porque obviamente su casa cerca del aeropuerto queda en plena selva y sólo vienen al pueblo por provisiones.
Chequeé con Susan - a las 2 de la tarde en casa todos duermen, o sea que sí o sí se iban a tener que ir a casa de la abuela - y esta me dijo que aceptara la oferta, que no íbamos a conseguir nada mejor.
La Madre de V aceptó el trato, le dije a la Ro que V iba a venir temprano, que eligiera juguetes para llevar a lo de su abuela porque ella las iba a cuidar desde tempranito para que no despertaran a Zeke, y nos sentamos a esperar. Bueno, yo me senté a esperar, Rorro bailaba por la casa.
Por supuesto, a las 14 05, la Madre de V mandó un msn diciendo que V había salido "chinchuda" - palabras textuales - del jardín y que la iba a poner en penitencia toda la tarde, así que no la podía traer.
¿Soy yo o esta mujer tiene un problema? Es decir, no es la excusa mas estúpida del planeta? ¿Qué puede decir y/o hacer una nena chinchuda de 5 años entre las 14 y las 14 05 que amerite una penitencia de toda la tarde?
¿Soy yo o basicamente esta mujer es una pelotuda y ya no sabe que inventar - al cabo que no la dejé escudarse en la danza - para que su hija no venga a casa? La madre de Juan C tiene mas problemas y da menos vueltas que esta mujer.
Por supuesto, si alguien opina que esta mujer NO ES una pelotuda, siéntase libre de explicárselo a Rorro, que se quedó dormida llorando y pidiéndome por favor que le dijera a la Madre de V que la trajera a jugar.

8 dic 2009

Cambios en el Menú


Susan se fue por el fin de semana largo - se saltó el lunes - a visitar a mi cuñado a San Martín.
Esto en sí no sería problemático en ninguna medida, si no fuera porque Susan se ocupa de cuidar a mis niños cuando hubbie y yo laburamos, y oh sorpresa, nosotros sí tenemos que trabajar el lunes - esta gente, esta gente.
Esto tampoco en realidad sería problemático, porque como adulto que es uno - mentiras, todas mentiras - tengo un back up a quien llamar cuando Susan no puede. Y de hecho tengo un back up para mi back up, porque mi Back Up A consiguió otro trabajo - good for you, hon - así que tuve que llamar a mi Back Up B, que - y acá es donde empezó a ponerse un tanto problemático - me dijo que iba a venir, pero que iba a venir tipo 4 30 pm. Henry, que entra a las 4, dijo - a regañadiente - que él la esperaba.
Hasta ahora, seguía todo viento en popa. Con un bache o dos, pero bien.
Luego llamó la mamá del gran amor de Ro, que Juan C quería invitar a Rorro a ir a jugar. Considerando las cosas como estaban, quizás lo mejor hubiera sido decir que no, pero por otro lado, la mamá de Juan C esta enferma - tiene un cancer galopante que va y viene y nadie esta muy seguro de cuando va a ir o cuanto va a venir - así que una invitación a su casa implica que hoy está bien, hoy puede cuidarlos, hoy los hados están de nuestro lado, así que yo detesto decirle que no.
Hablé con Back Up B, y ella dijo que no problem, podía llevar a la Ro a lo de JC - que queda a 5 cuadras de casa, como mucho - con Zeke en tandem. Así que les hice un mapita - yo definitivamente nunca conseguiría un trabajo como cartógrafa - y ahora estoy esperando para llamar a casa y ver si la dejo lo mas bien en lo de este chico o si, a decir de Vale, la tiró en brazos del primero que abrió la puerta y salió corriendo.

E.P.A - editado para agregar, bah - : Yep, la niña llegó lo mas bien y yo pensé pobre Back Up B, que poca fé la mía, seguro que miró al mapa, pensó en la pobre porteña que lo habia dibujado, lo dejó a un costado y después, como cualquier persona que vive en Neuquén desde que nació, ubicó la dirección y fue caminando hasta alla sin mayores problemas.

5 dic 2009

A Veces Pienso que es Algo Personal


Esta semana vigilé pasillos.
Hubo exámenes internacionales en la Cultu y en vez de cuidar un aula por vez, como otros años, esta vez me tocó sentarme en el pasillo y cuidar todas en conjunto, cuestión de que si algo sucede, hay alguien a mano - namely moi - como para que la invigilator dentro del aula propiamente dicha no tenga que salir y dejar a todos esos niñitos solos. No sea cosa que se vayan a copiar o algo así.
El caso es que ahí estaba yo el lunes a la mañana, sentada en el pasillo, leyendo a Neil Gaiman muy tranquila, pensando en que mi posición era una tontería ya que en estos últimos años nunca había pasado nada y bien podría estar en la biblio adelantando el inventario así lo termino de una vez, cuando la puerta del aula "P" se abrió y Cinthya me hizo una seña, dando paso a una chica de 12 años con la cara llena de sangre.
Y es por eso que cuando uno dice que nunca pasa nada tiene que tocar madera - pena que el mundo está hecho de plástico y metal - y confiar que nadie esté escuchando realmente.
Guardé mi lectura, agarré a la chica del brazo, le indiqué que confiara en mí y mirara para arriba - las narices no dejan de sangrar si uno se pone a mirar por donde va - y la acompañé hasta el baño.
Pobre mi alma, sangraba como si se hubiera roto una arteria no un vasito capilar de nada.
Obviamente mi caja "por lo que pueda pasar" - lapices de colores, gomas, tijeras, agua, biromes, etc - no tenía algodón, así que busqué el teléfono interno recién instalado y llamé a secretaría, donde me atendió Pato.
"Hola."
"Hola, Pato, no me traés algodón que hay una ch...
"Hola!"
"Hola, Pato, soy yo. No me traés...
"Hola!!"
click.
Notando finalmente que Pato no podía escucharme - la línea nueva que conecta las aulas de arriba con la secretaría, sras y sres, parece ser de utilería - fui hasta la chica - a la que nunca le pregunté el nombre, flojo lo mío - y le dije que me esperara mientras buscaba algodón.
Ella sonrió, tenía una linda sonrisa, aun cuando estaba enmarcada en rojo medio coagulado, y obedeció cuando le dije que mirara el techo mientras yo iba y venía.
Corrí escaleras abajo - tratando de no sonar como una estampida de elefantes, merced a los exámenes en curso -, corrí por el pasillo hasta la entrada, pregunté por el algodón, le expliqué a la directora velozmente el por qué de la deserción de mi puesto - supuestamente yo tenía que llamar por teléfono si pasaba algo así. Ja. - y volví junto a mi emergencia médica.
Ella seguía mirando el techo cuando llegué - bendito fuera su sentido de obediencia - y su nariz continuaba sangrando. Con cuidado le limpié la cara lo mejor que pude, armé un choricito de algodón - tratando de que no fuera tan grande como para tocarle el cerebro - y la mandé de vuelta adentro del aula "P" a terminar su examen.
Limpié el baño, que pese a nuestros esfuerzos combinados estaba lleno de manchas rojas y redondas como monedas, y volví a mi silla.
Cuando hoy viernes - día en que además vino el inspector de Cambridge - me dijeron que tenía que cuidar nuevamente los pasillos, me tomé el trabajo de tener algodón cerca y de no pensar específicamente que "nunca pasa nada".
Pero el daño se vé que ya está hecho.
Al menos la chica que salió corriendo al baño a vomitar ya había terminado y no tuve que limpiarla para que pudiera volver a entrar.

3 dic 2009

La Vida es Sueño


Anoche Zeke finalmente durmió en su cama.
Después de dos años y dos meses de dormir en la practicuna, anoche mamá se decidió y lo pasó a la cama. Maldita la gracia que le hizo al crío, tuve que acostarme con él un buen rato hasta que se quedó tranquilo, pero para cuando se calmó y me fui yo a mi cama, Zeke ya había hecho las paces con su situación actual y miraba su nuevo ángulo de la pared con somñolienta intensidad.
Las razones por las que tardé tanto en hacer el traspaso son varias, pero pueden reducirse a dos: A) estaba esperando que tratara de huir de la cuna. A estas alturas del partido - de hecho, al año y medio - la Ro ya había perfeccionado el arte de trepar la pierna por la baranda de plastico, balancearse con la panza sobre el borde, puff para el otro lado y ¡libre! Pero se ve que Zeke es un tipo de carácter mas introvertido y nunca tuvo esas ansias de libertad que llevan a otros al riesgo de romperse la cabeza de clavados al piso.
Y B) me da una tremenda cosa que mi cachorro ya deje la cuna atrás y duerma en una cama como un nene grande. Sí, lo admito, es culpa mía, no tengo planeado tener mas niños y quiero que mi bebé sea un bebé un rato mas. Pero bueno, ya no puede ser mas porque mi bebé está en el lado XXL de la cerca y ya la practicuna le estaba empezando a quedar chica - si se estiraba largo casi casi tocaba una punta con la cabeza a la misma vez que la otra con los pies.
Así que ahí lo dejé anoche, durmiendo en su cama - con SU almohada de siempre, a la que Juani le había puesto una funda nueva y hubo que volver a ponerle la funda blanca porque si no se armaba el tole tole - confiando en que no se fuera a pasear por la casa en la trasnoche, con la sensación de que otro pedacito de tiempo se me acababa de escapar de entre los dedos.
Por supuesto que no hay que olvidar la terrible y vergonzosa opción C) que hoy cuando vino a buscarme a mi cama y me tiró de la mano a las 7 am recordé con creces. Mi hijo se levanta MUY temprano por las mañanas ¿quiero yo realmente que esté suelto?
Pena que ya es tarde para volver atrás, la practicuna está desarmada y con ella otro pedazo de historia se reduce a fotos.

2 dic 2009

Preguntas, Preguntas...


¿Qué se le dice a alguien que ayer te llamó a su oficina y te hizo todo un speach al respecto de que hay que cuidar el material, y que no puede ser que te olvidaras 2 cds en la cocina el día anterior?
¿Qué se le dice a alguien que se pasó 10 minutos hablándote - basicamente - de que si todos nos olvidáramos las cosas esto sería un caos?
¿Qué se le dice a alguien que no le dijo nada a la persona que te encontró cuando estabas en tu ratito libre tomándote un té en la cocina para darte unos cds - de ahí que te los olvidaras - en vez de hacer todo el camino hasta la biblioteca para entregártelos oficialmente y que veinte minutos después, cuando vio que te los habías dejado, no te los alcanzó si no que fue y se lo dijo a ese alguien?
¿Qué se le dice a alguien que no tomó en cuenta que tu olvido es el primero en el año - que ya termina - y que vos no has tenido nada que ver con las últimas perdidas de material que ha habido en el lugar?
¿Qué se le dice a alguien que esta mañana, mientras estabas trabajando, pasó a preguntarte si no habías visto las llaves de su armario, donde estaba el material de los exámenes, porque no tenía idea donde las había dejado?

30 nov 2009

Expediciones a los Hielos...


Hicimos el sábado asado en casa.
Aprovechamos que estaba lindo - aun cuando después se levantó viento y tuvimos que comer adentro - y Henry puso carne a la parrilla. Quedó realmente muy rica - pese a la falta de fé de la muchachada, poco acostumbrada a que mi hubbie cocine.
Pero el tema no es el asado ni la comida, ni que nos divertimos mucho - en un momento me fui a acostar a Rorro y cuando volví se habían sacado todos los zapatos y estaban comparando pies... si eso no es amistad, no sé... El tema es que sobró muchísima carne sin cocinar y a mí no me quedó otra que meterla en el freezer.
Ahora, el freezer. Yo tengo una relación curiosa con mi freezer. Como cualquier mujer moderna, sé que todo lo que uno no consume ahora lo manda al freezer para ser consumido mas adelante. Carne, al freezer. Pastas, al freezer. Pan, verduras, comida de ayer, pum, tupper, freezer. Todos concordamos en que el hielo es el mejor amigo de una mina que labura.
El tema conmigo es que congelo, pero, alas, nunca descongelo. Entrar a mi congelador es una sentencia a entrar a la historia. Estoy segura de que perdido en algún rincon debe haber un hombre de las cavernas, de esos que siempre están encontrando en los Himalayas. Tengo una Sibarita en el estante de arriba que estoy segura de que ya está por cumplir dos años, lo mismo una lasagna de Matarazzo, que si no tiene la misma edad, pega en el poste. Una espinaca que no sé si es de este año y montones indistintos de carne a la que tengo miedo de mirarles la fecha. Hace poco tiré un roast beef que había pasado su fecha de vencimiento congelado hacía por lo menos seis meses.
Pero lo que realmente me hizo darme que tengo un problema - bienvenida a Congeladores Anónimos, al fondo está el café, ¿querés un sanguchito? - fue el pernil que sobró del bautismo de la Ro. Que fue en el 2006. Y el pernil, amarillo, deshauciado, mal predispuesto, congelado, recién volvió a ver la luz del día - brevemente, en un glorioso arco hasta el tacho de la basura - a fines del 2008.
Es por eso que, cuando el domingo a la noche envolví toda esa carne rosa en papel film y la puse en el estante, entre la bolsa de espinaca y algo envuelto en amarillo, fue con una triste sensación de finalidad.
Sinceramente dudo que nadie vuelva a verla nunca.

27 nov 2009

En Memoria de las Tortugas 1/3



"Pola levantó la cabeza en un gesto animal. Su corazón aceleró sus latidos, bombeando adrenalina en su sistema y su expresión consternada fue reflejo fiel de la de sus compañeros de clase.
Dos disparos, en rápida sucesión, y los alumnos de 5to Año B del Colegio Santa Maria de los Buenos Aires saltaron debajo de los bancos, mientras mil historias, mil películas, de chicos que llevaban armas al colegio y organizaban carnicerías pasaban por sus mentes.
Pero no hubo un tercero, y el tiempo recuperó despacio su movilidad, de manera dolorosa, estirándose dentro de la ignorancia de lo que estaba sucediendo.
Con cautela, puteando bajito, la profesora de historia se puso de pie, y ordenándoles quedarse quietos, salió al pasillo. Allí, otros profesores que habían tomado la misma decisión - confiando en que no fuera la última -, se dirigían a la entrada del antiguo edificio reformado en busca de alguien que les dijera que demonios estaba pasando.
En el aula de 5to B algunos alumnos, incapaces de acatar las órdenes mas básicas, tomaron el destino en sus manos, salieron de sus refugios y fueron hacia la puerta.
Pola la primera.
No iba a morir debajo de un banco en el colegio.
No tan cerca de su cumpleaños.
Una gitana le había prometido que viviría hasta los 93 y si moría ahora iba a ocuparse de perseguir a la bruja de mierda por el resto de su existencia.
Pero había algo mas que la impelía a salir.
Algo más que la promesa vaga de una gitana farsante.
La necesidad imperiosa de acallar el miedo súbito, el grito interno, el latir sordo que había estallado en su mente al primer disparo.
Su amiga Clara aferró su mano y juntas salieron al pasillo, seguidas por un par mas. Nadie mas en este piso se había aventurado a mostrar la cara todavía y ella no los culpó. Si no hubiera sido por la extraña urgencia en el fondo de su pecho ella todavía estaría acurrucada en la relativa seguridad del aula.
-¿Qué crees que pasó?- preguntó Clara en un susurro, mientras cuidadosas se dirigían a la escalera que llevaba al piso de abajo.
Pola se encogió de hombros, sin querer especular, negándose a dejarse llevar por la histeria colectiva.
Los últimos escalones los bajó de un salto.
Y al llegar al pasillo central todo su ser se rebeló, un caballo ante una cerca demasiado alta, instándola a correr en dirección contraria, a correr sin detenerse, a no cruzar el límite del conocimiento.
Un corro de gente rodeaba una figura tendida en el suelo de baldosas blancas y negras, junto al portón de madera oscura por donde entraban los alumnos todas las mañanas. Tragó saliva y bilis. Desde donde estaba no podía ver de quien se trataba, pero daba igual. Ya sabía quien era. Lo había sabido desde que el primer disparo resonara certero en los pasillos del colegio.
Una fluctuación de la multitud les permitió ver finalmente al hombre caído, al profesor Ludovico Sorensen, tendido en el charco cada vez mayor de su propia sangre.
Ríos púrpura escapando al mar.
Sus piernas se transformaron en plomo y tuvo que sostenerse de Clara para no caer. Por un momento alargado hasta el infinito Pola pensó que estaba muerto, y luego pudo ver como una de sus manos - esas manos elegantes - se crispaba, buscando algo en el suelo vacío.
Caminando en sueños, en pesadillas, atravesó con violencia el grupo creciente, para detenerse al borde del círculo, a la orilla del mar, sin atreverse, ni siquiera en este momento, a acercarse a él.
El profesor de educación física la agarró del brazo - que curioso que ella fuera la mas cercana -, y la obligó a poner sus manos sobre la camisa empapada del hombre en el suelo,
-Mantené las manos presionando la herida, justo acá, - ella obedeció, - hasta que llegue la ambulancia, yo voy a ver…
Pola dejó de escucharlo.
Ludo tenía los ojos abiertos.
Al igual que el pecho.
Los ojos azules, que buscaban extraviados, la encontraron por fin y la mano que se crispaba en el piso se inmovilizó. Ella luchó contra el nudo en su garganta, apretando los dientes, apretando las manos, dolorosamente consciente, como tantas otras veces, de que había demasiada gente alrededor. Deseando, aunque mas no fuera por esta vez, tener el coraje de acurrucarse junto a él en público y al carajo el mundo
Pero no lo hizo.
El nunca y el demasiado tarde se conjugaron en una sola oración.
Los ojos claros perdían su lustre, aliento tibio empañando un vidrio. Los sistemas se apagaban, ligeros temblores sacudían su cuerpo. Ludo deslizó la mano por el suelo resbaloso, sus dedos dejando una estela de baldosa blanca y negra en el charco rojo, y los puso sobre los de ella, que se apretaban con fuerza sobre la herida irregular, pensando sin pensar que si sostenía con fuerza suficiente él no se iría.
No podría abandonarla.
Ludo murmuró algo.
Y súbitamente, como en una vieja película, no hubo nadie más en el salón de baile.
El tiempo corrió hacia atrás, acelerándose por momentos, toda su vida pasando delante de sus ojos.
El momento en que había conocido al hombre frente a ella. El momento en que había sabido que sería el amor de su vida. Todos los detalles enredados en sus manos sucias.
¿No se suponía acaso que el que veía su vida pasar era el que iba a morir?
Cruzando por fin el límite que se había prometido que no cruzaría, olvidándose de todo y de todos, Pola bajo la cabeza hasta que su frente tocó la del hombre a sus pies.
Quizás, después de todo, sí era su vida la que estaba acabando.
-Hubiéramos...- lo escuchó en el borde de lo audible, un hilo de sangre corriendo de su boca hasta su cuello, manchando de rojo el silencio.
Pola presionó contra su pecho con mas fuerza, memorizando el tacto de la piel rota, sabiendo que esto era lo único que iba a quedarle,
-Te quiero tanto.- susurró en el oído de Ludo, su voz escondiéndose en la sirena de la ambulancia que llegaba demasiado tarde. -No me dejes...
Los dedos ensangrentados se crisparon sobre los de ella, resistiéndose a partir. Pola se alejó unos centímetros para poder ver su cara. Los ojos azules se enfocaron en ella, memorizándola, atrapando su alma en el espejo roto.
Ludo murmuró algo que ella no entendió.
Se acercó para escuchar mejor,
-Quinquela.- repitió Ludo, sonriendo despacio, esa sonrisa que solo ella conocía
Y luego, Ludovico Sorensen, murió.


Fue un tiroteo al azar, se enteró Pola después. Mucho después. Dos hombres armados habían intentado robar un restaurante a un par de cuadras y la policía, en un despliegue de mal gusto, los había interrumpido a tiempo, obligándolos a correr. Finalmente, acorralados, habían cruzado el portón de madera y amenazado al grupo de niños de segundo grado que habían tenido la mala suerte de estar caminando por el pasillo en dirección a su aula.
El profesor Sorensen había salido de la sala de profesores al escuchar la conmoción. Con voz serena había intentado calmar a los delincuentes, asegurándoles que había una puerta atrás y que si se iban sin lastimar a nadie él no le diría a la policía por donde habían salido.
Lamentablemente, cuando ya parecía que todo iba a salir bien, alguien gritó en la calle, sobresaltando a uno de los hombres. El dedo en el gatillo se contrajo en un reflejo, y antes de que nadie pudiera entender lo que había pasado, Ludovico Sorensen yacía en tierra con dos agujeros en la caja torácica. Agujeros que treinta segundos antes no habían estado ahí.
Los delincuentes habían escapado por la puerta que el mismo Ludo les había indicado.


Cuando la ambulancia por fin se fue, llevándose el cuerpo de Ludo, Pola quedó arrodillada sobre el suelo blanco, negro y rojo, mirándose las manos sucias. Clara y la enfermera del colegio la ayudaron a ponerse en pie con gentileza, y la mujerona de aspecto maternal la llevó a la enfermería donde, después de un té caliente con mucha azúcar, llamó a sus padres para que la vinieran a buscar.
Eso había sido un lunes.
A partir de ahí, Pola perdió el control de los días.
Sabía que el miércoles había sido el funeral. Ella había asistido con sus padres. Ludo había sido un amigo de la familia antes de empezar a trabajar en el Santa María. Se habían conocido tiempo atrás, cuando Pola tenía once años y la familia Benegas viajaba por Europa. La casualidad había dado que él compartiera el compartimiento del tren en el que atravesaban Suiza. Un poco de conversación mas tarde y ya habían quedado en cenar todos juntos en el hotel.
Pola recordaba perfectamente el momento en que ese hombre demasiado alto y demasiado rubio, de ascendencia alemana y antepasados nórdicos había entrado en sus vidas. Algo en su sonrisa blanca había provocado una respuesta en su interior, iluminándolo como las luces de un árbol de Navidad.
-¿Qué es eso detrás de tu oreja?- se había sorprendido él, lleno de afectación, sacando una moneda grande y redonda del aire, y luego había procedido a escucharla mientras Pola le contaba sobre las estrellas y de cómo algún día lo sabría todo sobre ellas. Nadie antes la había escuchado con tanta atención. Y la niña, pichón de hada, lo amó por eso.


La tierra cayendo sobre el cajón, el contrapunto de los sollozos de su madre, la familia Sorensen, a la que conocía por cuentos y fotos, la ex mujer de Ludo, parada un poco mas allá, la voz monótona del cura, hablando sobre el final y el principio, sobre el polvo y la carne, habían sido demasiado y dando dos pasos hacia atrás, Pola había escapado corriendo, corriendo lo mas lejos que había podido, hasta doblarse detrás de un árbol donde había vomitado lo poco que había podido desayunar.
Su padre la había encontrado sentada en el suelo, los ojos secos, abrazada a sus rodillas, el cuerpo dolorido de haber intentado vomitar todo lo que tenía dentro sin poder conseguirlo.


Al miércoles se sucedió el jueves y ella sólo lo supo porque en la esquina del monitor de su computadora el reloj contaba los días.
Supuso que el viernes también había pasado, al igual que el sábado y el domingo, pero encerrada como estaba en la habitación opaca de su propia mente, no hubiera podido asegurarlo.
Gente vino a verla, gente se fue, sabiendo que Ludo había sido un amigo, queriendo poder confortarla, ayudar en algo, pero imposibilitados de saber el alcance exacto de su pena porque nunca les había dejado ver el alcance exacto de su relación.
Laura Benegas había empezado a preocuparse.
-El también era amigo mío.- había comentado, preocupada por las sombras debajo de los ojos negros de su única hija, sospechando la verdad pero sin saber exactamente de qué verdad estábamos hablando.
Pola había tratado de sonreírle, dándose por vencida cuando su boca se había negado a cooperar,
-Ya lo sé, mamá.
Las cosas habían quedado así.
Otra semana pasó, Pola volvió al colegio, repasando mecánicamente las acciones que la llevarían a través de otro día y de vuelta a casa, a sentarse en el sillón gastado frente a la ventana, a quemar la tarde, mirando la vida pasar hasta que alguien viniera a tratar de convencerla de que comiera algo. Su mente estaba atrapada en la cinta de moebius de sus recuerdos, como un proyector enloquecido que repasara la misma película una y otra vez.


Después de aquel fortuito viaje por Europa, Ludovico Sorensen se había convertido en figura habitual en la casa de los Benegas.
El y Ernesto tenían mucho en común, siendo como era que los dos eran profesores, y si bien Ludovico era profesor de matemáticas mientras que Ernesto lo era de historia, eso no había impedido que la amistad creciera, volviéndose costumbre que Ludo viniera a la casa a cenar los viernes o los sábados.
Pola no sabía cuando fue que se había enamorado de él. Probablemente lo había estado desde el primer momento, desde aquella moneda, pero no había sabido verlo. ¿Cómo reconocer una cosa así cuando uno tiene once años? ¿Cómo entender que esto es distinto a todas las otras veces que tu estómago se llenó de mariposas ante la presencia de alguien más? ¿Cómo presentir...?
Pero sí recordaba cuando fue que se había dado cuenta.
Tenía catorce años y era el casamiento de su prima Josefina. Ludo, amigo del novio, también había estado presente. Eran las once y veinte de la noche y en los parlantes había empezado a sonar el bendito vals.
Ludo se había acercado a ella y con un floreo la había sacado a bailar.
Algo en su pecho había temblado y había vuelto a ajustarse en el momento en que los brazos masculinos le habían rodeado el talle. El mundo había girado sobre sí mismo, como un gigante que se acomoda en sueños, todo exactamente igual a como había sido un minuto antes, todo completamente distinto. Y ella había sabido sin ninguna duda, mas allá de su adolescencia incipiente y de todo lo que eso conllevaba, que amaba a ese hombre demasiado alto y demasiado rubio, buen mozo y un poco torpe, que sabía hacer trucos de magia pero que no tenía ni idea de cómo bailar el vals, y que no importaba que pasara en el futuro o lo que él sintiera al respecto, desde ese momento, tallado en los árboles, Paula Benegas amaría a Ludovico Sorensen hasta el final."


- Continua...

En Memoria de las Tortugas 2/3


"-Pola.- su padre la sacó de las imágenes que parpadeaban en el fondo de su cerebro. -Tenés teléfono.
Ella movió la cabeza,
-Atendé por mi.
-Es un abogado, dice que tiene que hablar con vos.
La chica se puso de pie con un gesto al que le faltaba energía.
-Hola.- atendió, la voz ronca por la falta de uso.
-¿Paula Benegas?
-Sí.
-Soy Antonio López Carro, el abogado de Ludovico Sorensen.- Pola tuvo que sentarse al escuchar el nombre. Hacía días que nadie lo mencionaba a su alrededor, temiendo lo que pudiera pasar, -Necesitaría que viniera a mi oficina a mas tardar este viernes.
-¿Para qué?
-Concierne a la lectura del testamento.
-¿Testamento?
-Sí. Si fuera usted tan amable de acercarse a mi oficina el viernes por la mañana, se lo voy a agradecer.
Pola bajó la mano y le alcanzó el auricular a Ernesto antes de que se le cayera. Su mente, cansada de tener que concentrarse en algo tangible, quería volver a la seguridad de sus recuerdos,
-Atendé vos. Quiere que vaya a no sé donde a ver no sé qué cosa.


Ernesto había tomado nota de todo y el viernes Laura la había acompañado a la oficina de López Carro. Una secretaria de aspecto eficiente las había hecho pasar y sentadas frente al escritorio miraban sorprendidas al abogado, tratando de entender que era lo que acababa de decirles,
-¿Cómo que me dejó todo?
-Sí.- López Carro repasó el documento que tenía frente a él, aun cuando ya lo conocía casi de memoria, -Salvando un par de legados acá y allá, y considerando que el divorcio del señor Sorensen salió hace varios años y no hay hijos, la mayor parte de sus bienes son para Paula Benegas, que es usted.
Laura movió la cabeza y miró a su hija desconcertada,
-Bueno, mirá vos.- volvió al abogado una vez más cuando se dio cuenta de que Pola no iba a hablar por el momento. -¿Y que son, la mayor parte de sus bienes?
López Carro le pasó una copia del documento y las cejas de Laura se dispararon hacia arriba,
-¿Tanto?- Pola miró por sobre su hombro al número impreso y negó con la cabeza,
-Tiene que haber un error, Ludo era profesor de matemáticas, no ganaba tan bien.
El abogado sonrió ligeramente, tratando de adivinar la relación que había unido a esta muchachita de ojos grandes con su cliente, negándose a especular.
No tenía sentido pensar mal de los muertos.
-Sorensen era bueno con los números. Sabía bien donde invertir lo que ganaba.- y pensó con nostalgia en las veces en que el consejo que Sorensen le diera había servido para expandir un poco sus propias finanzas. -Además del efectivo, entre sus bienes se encuentran la camioneta Land Rover, el departamento de la calle Riobamba, menos los muebles que van para su hermana en Rosario, y un terreno en la provincia de Buenos Aires.
-¿Y me dejó todo a mí?
-Sí. Hará tres años mas o menos vino a verme que quería cambiar su testamento. El divorcio había salido hacía ya casi cuatro años y era hora de hacer un nuevo testamento.
Tres años atrás.
Las piezas del calidoscopio se reajustaron para formar una imagen nueva y a la vez antigua. Recordó su fiesta de quince, su vestido nuevo color borravino que la hacía sentir tan adulta, la música a todo volumen y la cantidad de gente llenando el salón.
Ella había salido al jardín terraza. El salón, ubicado en las lomas de Belgrano, tenía desde donde ella estaba parada una vista panorámica de la avenida.
Apoyada en uno de los arboles, oculta a la vista de los invitados, trataba de ver si la noche despejaba un poco el mareo que tenía merced a las cervezas de contrabando que algunos de los chicos entraran.
Ludo la había encontrado unos momentos después,
-¿Qué hacés ahí escondida?
-Shhhhhh, no estoy escondida. Estoy temporalmente perdida.
El se había movido hasta quedar cubierto por el mismo árbol,
-¿Cómo es eso?
Ella había tratado de concentrarse, algo muy difícil de hacer entre el alcohol y la presencia tibia del hombre a su lado,
-Bueno... yo sé dónde estoy...yo, y sé dónde están todos... ellos, pero ellos no saben donde estoy yo... ni donde están ellos... lo que hace que en este momento yo esté perdida..., no ellos.
-Ah.
-Sí.
-¿Es a propósito entonces?
-¿Qué?
-El estar perdida.- ella había tratado de dar una respuesta a esa pregunta, pero los mensajes entre sus conexiones empezaban a entrecruzarse, sus sentidos sobrecargándose desde demasiados ángulos a la vez.
-No sé.- y la idea de estar perdida de pronto se le había antojado terriblemente triste. -No quiero estar perdida...
-No estás perdida. Yo sé donde estás.
-¿Vas a perderte conmigo?
Pola había mirado para arriba, Ludo siempre tan alto, y había quedado enredada en los ojos claros que en la penumbra del jardín eran casi tan oscuros como los de ella. El había tratado de sonreír, pero su corazón no parecía estar en ello,
-No me mires así.
-¿Así como?- había contestado ella, sin querer ser coqueta, tan solo perpleja.
-Como una chica enamorada.
Pola había tratado de entender que era lo que él estaba diciendo, su mente confundida envolviéndose en sus palabras,
-Pero estoy enamorada.
-No, no lo estás.
-Ludo Sorensen, estoy enamorada de vos desde que sacaste esa moneda de mi oreja en ese tren en Suiza.- e incluso dentro de la niebla alcohólica que la rodeaba, sin estar muy segura de lo que había dicho, Pola había podido notar el cambio sutil en el aire, el olor a ozono, la electricidad estática.
-¿Por qué? -murmuró, bajando el tono de manera instintiva, la hembra de la especia tomando el control de su acciones sin pedir permiso - ¿Te molesta que te mire así?
Los ojos, efímeramente oscuros, se habían abierto ligeramente, una gacela frente a un camión,
-Pola, tal vez sea mejor que entremos.
-Todavía no.- la mano femenina, provista de una súbita vida propia, se había apoyado en el pecho sólido, sobre la camisa blanca del traje, junto a la corbata a rayas, sobre el corazón que latía demasiado acelerado para un hombre que estaba quieto.
El no había dicho nada, inmóvil había permitido a la mano subir siguiendo la línea del traje, pasar por sus hombros, enredarse en el pelo corto de su nuca y empujar su cabeza hacia abajo, hasta que sus bocas quedaran alineadas.
-Pola...- había susurrado entonces, una advertencia para alguno de los dos.
-Shhh.- había contestado ella, - perdete conmigo.- y con esas palabras, había besado por primera vez al hombre alrededor del cual giraban sus días.
Pola recordaba bien ese beso, aun cuando la memoria, perversa y selectiva, a veces trataba de relegarlo al pasado. Pola había sido besada antes, -la adolescencia no es nada si no es curiosa,- pero nada la había preparado para algo así.
Un beso como un accidente de tren.
Un beso como torta de chocolate, Navidad y manzanas rojas.
Un beso como el conocimiento de que todas las cosas buenas alguna vez tienen que terminar.
Pola recordaba bien ese beso, esa lucha entre el deseo y la oportunidad, su cuerpo buscando acercarse al de Ludo tanto como pudiera, quemándose en su afán de sentir, y recordaba bien como él se había aferrado a ella con la misma desesperación.
Habían pasado varios minutos hasta que finalmente se apartaran, obligados por esa bendita manía de respirar, pero si bien sus bocas se habían separado, Pola se había negado rotundamente a soltarlo. Y por la forma en que los brazos masculinos la rodeaban, él tampoco estaba listo para dejarla ir.
En silencio se habían quedado así, amparados por el árbol, enredados el uno en el otro, concientes de que cualquiera podía encontrarlos, pero imposibilitados de soltarse, como si ahora que se habían encontrado no hubiera forma de separarlos.
Pero el tiempo no se detiene por nadie y alguien, probablemente Clara, había gritado el nombre de Pola en la noche, reclamando su presencia en su propia fiesta de cumpleaños.
La muchacha había ocultado la cara en el pecho de Ludo, aspirando la colonia que tan bien conocía y que sin embargo encontraba tan distinta al sentirla tan cerca de la piel caliente.
-Estoy enamorada de vos.- había susurrado, con esa parte del alma dolorosamente sobria, su aliento erizando la piel masculina.
-Lo sé, me lo dijiste.
-Y vos estás enamorado de mí.- continuó certera.
Un suspiro.
-También lo sé.
-¿Qué vamos a hacer?
-Nada.- y pudo sentir el peso de esa palabra entre su pelo, donde Ludo había enterrado su rostro.
Esto la había hecho alejarse de él unos centímetros para poder mirarlo.
-¿Nada?
-Nada.
-Pero...
-Vos tenés quince años, yo tengo treinta y cuatro. Hay cosas con las que no se puede hacer nada.
Ella se había mordido el labio, negándose a creer que todo lo que quería estaba ahí, entre sus brazos, y que sin embargo no era lo suficientemente fuerte como para conservarlo,
-No voy a tener quince años para siempre.- había argumentado.
Y Ludo había reído, sorprendiéndola, una risa ronca, una risa amarga que no era suya y que había resonado en el jardín, por debajo de la música que llegaba del salón.
-No, no vas a tener quince años para siempre. Ni dieciséis, veintisiete, cincuenta o cualquier otra edad para siempre. Pero tenés quince ahora, y eso es lo que importa.- y, como si finalmente se diera cuenta de lo que estaba haciendo, había soltado los brazos que la retenían y había retrocedido unos pasos.
Pola había resentido su falta enseguida. Es curioso como puede doler tanto la perdida de algo que minutos atrás ni siquiera había sido propio.
-Volvé adentro, Pola, tus amigos te buscan.
-No quiero, quiero quedarme con vos.- y su voz había sonado borrosa, delatando el alcohol que todavía corría por su sistema.
-Andá adentro, Pola.- él había metido las manos en el bolsillo del traje, como si no tuviera control sobre ellas y fuera mejor sacarlas del medio. -Por favor.
Y ella, entendiendo sin entender, había obedecido.


Eso había pasado tres años atrás. Y ahora se venía a enterar que mientras ella se había pasado las semanas odiándolo, llorando en su almohada, buscando en internet como hacer muñecos vudú, él había ido tan tranquilo a lo de su abogado y había cambiado su testamento, dejándola como única beneficiaria de todo.
Sentada en la oficina de López Carro, apretó las manos contra los apoyabrazos de madera de la silla, deseando que Ludo estuviera vivo para poder golpearlo.
Deseando que Ludo estuviera vivo.
El abogado seguía hablando.
-El departamento de Riobamba yo creo que puede ponerse en alquiler, luego de que la familia se haga cargo de los muebles y la ropa. La camioneta Land Rover está en perfecto estado así que solo es cuestión de transferir los papeles a su nombre, y el terreno en Quinquela yo aconsejaría que lo pusiera en venta.
La palabra golpeó en su cráneo y reverberó hueca, levantando un eco detrás de sus ojos,
-¿Quinquela?
-Quinquela. En la costa, entre Cariló y Pinamar.
Así que a eso se había referido.
Los días después de la muerte de Ludo, Pola se había aferrado a esa palabra, buscando algún significado oculto, algún anagrama, algo que le permitiera entender. Negándose a creer que tan solo hubiera sido un error, un trastabillar de la lengua, una última señal de radio de un avión en picada.
Y ahora que lo sabía no estaba mucho más cerca del conocimiento.
Laura se encogió de hombros,
-Supongo que podríamos ponerlo a la venta entonces, si usted se ocupa de los...
Pola la interrumpió,
-No, primero quiero verlo.
Laura la miró sorprendida. Era la primera reacción que Pola evidenciaba desde la muerte de Ludo,
-¿Estás segura?
-Sí.- por algo él se lo había dicho, y ella tenía que saber.


Clara se había ofrecido a acompañarla, usándola de excusa para tomarse una semana de vacaciones del colegio.
Mamá, no puedo dejar que vaya sola. El profesor Sorensen era su amigo desde chiquitita, ¿cómo voy a dejarla que vaya a enfrentarse con sabe Dios qué, sola? y su madre había claudicado.
Así era como finalmente las dos se habían encontrado en un ómnibus camino a Pinamar, porque no había bondis directo a Quinquela e iban a tener que pasar a uno regional para poder llegar.
-Al culo del mundo te mandó.- no pudo evitar comentar Clara cuando el regional las había dejado en la terminal del pueblo de Quinquela, a las seis de la mañana, mientras el sol de la primavera recién empezaba a teñir el cielo y el frío de la costa se podía sentir en los huesos.
Pola no le contestó, ocupada como estaba en matar la esperanza loca que había en su pecho de que ahora que estaba aquí Ludo aparecería con su sonrisa blanca, la rodearía con los brazos y le diría que todo había sido una broma, una terrible broma, una broma que ella estaría meses sin perdonar pero que al final perdonaría porque él estaría allí, rodeándola con los brazos.
-Sí.- murmuró, sin escuchar lo que Clara decía. -Vamos a dar una vuelta, busquemos un lugar donde desayunar."


- Continua...

En Memoria de las Tortugas 3 /3



"El pueblo era más grande de lo que parecía a simple vista y mientras la luz del día aumentaba, las dos chicas pudieron apreciar que era un lugar bien cuidado, con varios negocios autosuficientes que no dependían exclusivamente del turismo, como tantas otras ciudades de la costa.
De hecho, una vez que encontraron un lugar abierto donde desayunar, el chico que trabajaba detrás de la barra las puso al tanto de que más que un pueblo costero, eran una ciudad universitaria,
-No es que estemos en los mapas, recién estamos empezando, pero tenemos una muy buena cátedra de oceanografía, lo mismo que de biología marina, con eso de que encontraron nidos de tortugas marinas en la zona.- y había sumado a eso algunas carreras mas, intercalando carreras marinas con algunas humanísticas.
Pola escuchó, tratando de entender que tenía que ver Ludo con eso. A Ludo no le gustaba el mar, ella lo sabía. Recordaba una anécdota de un viaje, de un niño de siete años y un accidente con un bote cerca de una escollera.
No, a Ludo no le gustaba el mar.
El chico también había sido lo suficientemente amable como para indicarles la oficina de bienes raíces y decirles que abría a las nueve, y que mientras tanto por qué no se daban una vuelta por la plaza, o por el barrio residencial.
Pola había aceptado la sugerencia, Clara había decidido quedarse en la confitería,
-Cuidando los bolsos. Hasta que nos registremos en el hotel.- y por la forma en que sus ojos habían vuelto al chico de la barra, Pola imaginó que a Clara no le molestaría en absoluto esperar.
Caminando por las calles que de a poco empezaban a poblarse, Pola trató de entender que era lo que Ludo había querido decirle.
No había nada en este lugar que le recordara a él. Nadie que lo conociera, nadie que la conociera, nadie que supiera la historia de ambos o que al menos la imaginara.
Sentada en un banco de una plaza, Pola subió las piernas y las abrazó. No tenía sentido. Nada lo tenía. Era ridículo estar ahí, ridículo haber venido, ridículo seguir llorando por un hombre que con su último aliento la había mandado a un pueblo en medio de la nada en vez de decirle que la quería.
Nunca le había dicho que la quería.
Sentada en el banco sacudió la cabeza.
Iba a volver a casa.
Había sido una estupidez venir.
Respiró hondo el aire salado.
A diferencia de Ludo, ella siempre había adorado el mar.
Una lágrima corrió por su cara.
Dios, lo extrañaba tanto.
Extrañaba los juegos de magia y las conversaciones. Extrañaba las tardes en que él le explicaba matemáticas y ella le mostraba mapas del cielo, contándole de sus sueños de astronomía. Extrañaba su sentido del humor tonto, sus sonrisas blancas, sus manos grandes. Los momentos en que sabía que él estaba mirándola porque se le erizaba la piel, los momentos en que quería sacudirlo por no animarse a acercarse a ella ahora que estaba por cumplir los dieciocho.
Extrañaba todo lo que había deseado tener y ahora nunca tendría.
Se secó la cara con violencia.
A la mierda con todo. Iba a ir a la inmobiliaria, poner el terreno en venta, irse a casa y...
Enterró la cara en sus rodillas y las manos en su pelo, todo su ser temblando en un grito reprimido.
Ya vería que haría, no tenía sentido adelantarse.
Clara, la única en todo el mundo que sabía la verdadera medida de sus sentimientos por Ludo, había tratado de consolarla diciéndole que por suerte era joven. Lo único que Pola veía en su juventud era más tiempo para envejecer sin él.


La inmobiliaria abrió por fin a las nueve y cuarto, y un hombre de mediana edad, con anteojos redondos y una bolsa de facturas en la mano la dejó entrar, luchando por que su cara no trasluciera su confusión al encontrar a la adolescente de ojos serios, sentada en los escalones, esperándolo.
-Vengo a poner en venta un terreno.- saludó sin mas preámbulos.
El hombre le indicó su oficina, con un enorme ventanal que daba a la vereda, donde en un parterre un rosal empezaba a florecer.
-Que bien.- le indicó donde sentarse. -¿Dónde está el terreno?
Ella se removió en el asiento, los ojos marrones detrás de los anteojos redondos eran amables, como si este tipo de cosas le pasaran todos los días.
-No sé, no lo conozco en realidad. Fue una herencia. Vine hasta acá para verlo, pero cambié de opinión y quisiera ponerlo a la venta.
El hombre asintió,
-Muy bien. ¿A nombre de quien está el terreno?
-Paula Benegas...- se desdijo. -Bueno, no, supongo que todavía debe estar a nombre de Ludovico Sorensen.
La mano del agente inmobiliario, Alfredo Nero, según una plaquita sobre su escritorio, se quedó quieta camino al archivo que tenía a su derecha.
-¿Ludovico Sorensen?
-Sí.
-No sabía que el profesor había muerto.- y su tono apenado la hizo fruncir el entrecejo.
-¿Usted conoció a Ludo?
Nero se encogió de hombros,
-No mucho, lo conocí cuando vino a comprar el terreno. Un tipo agradable. ¿Qué pasó?
Ella se mordió el labio y sacudió la cabeza, sin querer pensar en eso,
-Mal momento, mal lugar. ¿El terreno?
-Sí.- buscó la carpeta dentro del archivo. -¿Sos la hija?
-No.- Nero levantó la cabeza y la miró nuevamente. Tonto de él. No había nada del hombre rubio que había conocido en la chica morena que estaba frente a él. Volvió a sus documentos. Nada genético al menos.
-Bueno, no creo que haya ningún problema para poner el terreno a la venta. Tan solo tengo que confirmar que todo esté en orden.- Pola le dio el número de teléfono del abogado, su nombre y demás datos que el agente consideró pertinente. Nero anotó todo en el margen de una hoja dentro de la carpeta. -Listo. Se va a vender enseguida. Estando como está cerca de la universidad y la casa siendo nueva me la van a sacar de las manos.
Pola parpadeó,
-¿Casa?
-Sip. Todavía no está terminada, pero no creo que a la persona que compre el lote le cueste mucho terminarla. Está muy bien diseñada.
-Pensé que era solo un terreno.
-Bueno, no. Desde hace casi dos años, hay una casa en medio del terreno.
Dos años.
Pola maldijo una vez más la memoria de Ludovico Sorensen.


Después de aquel beso en el jardín, Ludo había empezado a pasar menos tiempo en casa de los Benegas. Excusas varias habían impedido que los padres de Pola indagaran dentro de este súbito alejamiento, pero Pola lo había entendido.
Todo había sido su culpa.
Si ella hubiera podido mantener sus manos quietas nada hubiera pasado.
Finalmente, seis meses después de aquel condenado cumpleaños, Pola lo había acorralado en la sala de profesores del colegio donde ella asistía y donde él estaba trabajando desde principios del cuatrimestre anterior.
-¿Podemos hablar un minuto?
Ludo estaba sentado a la mesa, corrigiendo unos exámenes y había mirado su reloj. Siempre que se encontraba con ella miraba su reloj. Pola odiaba ese reloj.
-Tengo que terminar de corregir esto. Estoy ocupado. ¿En otro momento?- y había mirado en su dirección, sin mirarla directamente. Esa era otra cosa que también hacía cada vez que se encontraban. Empezaba a desesperar de alguna vez conseguir que él volviera a mirarla a la cara.
Pola había cerrado la puerta de la sala de profesores detrás suyo y se había apoyado en ella.
A la mierda con cualquiera que quisiera entrar.
-Vengo a pedirte perdón.
Esto le había ganado por fin una mirada directa.
-¿Perdón?
-Perdón. Había tomado mucho en la fiesta, y no quiero que por culpa mía dejes de venir a casa. Mis viejos te extrañan. Prometo que no voy a hacer nada para que te sientas incómodo.- y detrás de sus ojos negros había habido un ruego.
Por favor por favor por favor.
No me hagas las cosas mas difíciles.
Mentí conmigo, digamos que fue mi culpa, seamos amigos otra vez.
El había bajado la birome azul con la que estaba trabajando.
-No fue culpa tuya.- los ojos azules la habían mirado atribulados. -Fue la mía. Yo me aproveché de que estabas borracha.
Pola no había podido evitar sonreír.
-No estaba borracha. Creeme, nunca me viste borracha.
El no le había devuelto la sonrisa,
-Pola, tenés quince años. Definitivamente fue mi culpa.
La chica había sacudido la cabeza.
-Y dale con eso. ¿Qué tiene que ver mi edad con nada?
-Sos una nena y yo no soy un monstruo.
Esa frase acusó recibo en la parte blanda de su cerebro, provocando olas y anillos concéntricos.
-¿Un monstruo?
Ludo se había frotado la cara,
-Aparte del hecho de que cualquier cosa que pudiera yo hacer me llevaría directamente a la cárcel, yo solo me sentiría en la obligación de entregarme si tan sólo se me ocurriera tocarte.
Ella se había mordido el labio,
-¿Por qué siempre armás oraciones tan complicadas?
-Es un mecanismo de defensa.
-Era una pregunta retórica.
El se había concentrado en sus exámenes. Pola había soltado la manija de la puerta.
-¿Es cierto eso?
-Sí, desde chico. Me siento superior armando oraciones complejas.
-No, lo de que ni siquiera se te ocurre tocarme.
Ludo jugó con la lapicera entre sus dedos pero no levantó la mirada,
-¿Yo dije eso?
Ella asintió,
-Algo así.
-Bien. Sí, algo así. Andá, tengo que terminar con esto antes de que suene la campana.
-No. No hasta que no aclaremos las cosas.
-No hay nada que aclarar. Si tu viejo se entera me cuelga de los pulgares... por no ser grosero.
Ella dejó salir el aire en un suspiro exasperado,
-Mirá que sos jodido, Sorensen.- decidida caminó hasta donde estaba él, sin darle tiempo de escapar, obligándolo con su gesto a ponerse en pie para no quedar en desventaja.
Pola lo había mirado a los ojos, tratando de hacerle entender, de conseguir que la información entrara en esa cabezota dura,
-Estoy enamorada de vos. Locamente. Completamente chiflada. Desde hace un montón. Desde que te conozco, y por lo que puedo ver, no va a pasar, no por ahora, si es que nunca. Así que aceptalo. No tenés que hacer nada al respecto. No pretendo promesas de amor eterno, ni nada por el estilo. Lo único que pretendo es que dejes de tenerme miedo y que podamos volver a ser amigos. Éramos buenos amigos. Somos buenos amigos. Mas allá de la edad y de lo que yo sienta por vos. Ahora, - avanzó otro paso que Ludo retrocedió -En dos años voy a tener 18, y en ese momento, cuando ya nadie pueda acusarte de nada, voy a volver a repetirte todo esto. Ahí espero de vos una respuesta honesta.
Y después de todo ese discurso, discurso que la había dejado temblando por dentro, Pola había dado media vuelta y había dejado atrás a un hombre apabullado.
Estaba dicho. Si él no lo entendía... ya no había nada más que ella pudiera hacer.
Después de eso, las cosas habían vuelto a encausarse.
No exactamente igual, por supuesto, mas de una vez Pola lo había sorprendido mirándola con una expresión especuladora, pero al menos había vuelto a comer a casa de los Benegas, y su amistad había sido retomada, si no en el punto donde la habían dejado, en algún lugar bastante cercano.


-¿Me podría indicar donde es que queda el terreno? Cambié de opinión, quisiera verlo.
Nero se sacudió las migas y el azúcar de las manos,
-Tengo que ir para ese lado. Vamos que la llevo.
Pola asintió, preguntándose si debería avisarle a Clara y decidiendo que no.
La chica subió al asiento del pasajero de la camioneta estacionada frente a la inmobiliaria y se puso el cinturón de seguridad.
-¿Es muy lejos?- quiso saber cuando por fin arrancaron, rompiendo el silencio.
Nero pareció agradecer el sonido,
-Veinte minutos. El profesor me hizo manejar bastante hasta que encontramos el lugar exacto donde quería estar.- y se mordió el labio, notando un gesto triste en la boca de la muchacha ante la mención de Ludo, sintiéndose culpable de haberlo traído a colación, aun cuando todo lo que estaban haciendo era en su nombre.
Pola pensó en sonreír y hacer algún comentario nostálgico respecto de lo terco que a veces podía ser Ludo, sobre la necesidad que tenía de conseguir exactamente lo que quería, sobre sus manías y de cómo a veces podía volverla loca. Hacer algún comentario al pasar que tranquilizara al agente inmobiliario y lo hiciera dejar de mirarla como si fuera algo delicado, capaz de quebrarse de un momento a otro.
Pero no lo hizo,
-Oh.- fue todo lo que pudo decir, y Nero le sonrió breve, amable, entendiendo que Pola no podía evitar ser frágil.
-Pero bueno, al final encontramos lo que quería. Un lugar a tiro de todo, pero no demasiado cerca de nada.- manejó con cuidado, ya fuera de los límites de la ciudad, hasta encontrar la salida y doblar por un camino bordeado de pinos. -Quería algo desde donde pudiera verse el mar, pero no demasiado cerca.- tomó una curva cerrada y entró en un parque bien cuidado, giró a la izquierda y finalmente estacionó.
-Es acá.
Pola miró a su alrededor,
-¿Dónde?
-La casa está atrás de los árboles.- buscó en la guantera donde había guardado la carpeta con todo y sacó un juego de llaves que entregó a la chica.
Pero ella no se bajó,
-¿La universidad, por casualidad, tiene una cátedra de astronomía?
Nero frunció el entrecejo,
-Sí. No es muy grande, pero como los fondos son privados han conseguido traer un par de profesores del exterior.
Pola apretó los dientes, las últimas piezas del rompecabezas cayendo en su lugar, formando una imagen demasiado dolorosa como para mirarla por demasiado tiempo.
-Supongo que también una de matemáticas.
Nero la miró con pena, sin captar los detalles pero entendiendo la idea,
-Sí.- Pola asintió. Era obvio que había una cátedra de matemáticas.- ¿Querés que vaya con vos?- preguntó Nero, y ella cambió su asentimiento por una negación.
-No. Gracias.
-Bien.- él sacó una cinta métrica. -Tengo algunas cosas que medir. Avisame cuando estés lista.
Bajaron los dos del auto y Pola se dirigió hacia la línea de pinos.
La casa, grande, de dos pisos, si bien casi terminada, todavía presentaba el frente medio pelado de las cosas en construcción. Escombros, pilas de ladrillos, montañas de arena. Sólo faltaba emprolijar. La mano ansiosa del dueño de casa que ansía poder entrar al hogar de sus sueños.
Pola abrió la puerta de madera doble con la llave que le diera Nero y ni bien cruzara el dintel la asaltó el olor a pintura fresca, a mueble nuevo, a cal viva.
Despacio, con la lentitud de los glaciares, avanzó unos pasos dentro del amplio hall de entrada y el aire frígido de casa vacía infló el globo rojo que presionaba en su interior, amoratando su costillar por el lado de adentro.
Esto no estaba bien.
Ella no tendría que estar haciendo esto sola.
Esto dolía.
Terrible, rabiosa, miserablemente.
Cruzó por sobre los pisos de madera lustrada, sus zapatos de suela de goma no levantaron ningún sonido, y recorrió el lugar, encontrando sin dudas el cuarto principal, donde un colchón doble, todavía envuelto en plástico, esperaba de pie contra la pared la llegada de una cama que nunca vendría.
Unas escaleras de caracol forjadas en hierro negro la llevaron hasta un altillo, que pudo adivinar hubiera sido un observatorio. Un enorme ventanal ubicado al este daba a un balcón, donde un banco de madera solitario adoraba al mar. Estantes empotrados cubrían dos de las paredes y en uno de los estantes una caja abierta contenía un pequeño telescopio de juguete.
Pola lo sacó de la caja y leyó la inscripción en su superficie pulida.
A las estrellas...
Abrazó el juguete, entendiendo por fin por qué Ludo había buceado en su último aliento para decirle esto. Si él no se lo hubiera dicho, ella hubiera vendido todo sin venir nunca. Si él no hubiera murmurado el nombre de este lugar ella nunca hubiera sabido de todo esto.
Un te quiero no hubiera podido abarcar todo lo que este lugar representaba.
Un te quiero hubiera sonado vacío a las puertas del cielo.
Con paso abstraído bajó las escaleras y volvió al living.
¿Cuándo tenía Ludo pensado hablarle de todo esto?
La muchacha casi pudo imaginarlo, una reunión en su casa, una fiesta con motivos de su egreso de la secundaria, de su cumpleaños dieciocho. Casi pudo verlo, verse, entrada la noche, en la cocina, terminando de lavar los platos mientras Ludo, como siempre, secaba.
-Te felicito.- hubiera dicho él, secando las copas con esa energía que ella siempre pensaba rompería el cristal.
-Gracias,- hubiera contestado, sonriendo, las manos llenas de jabón, feliz de tenerlo cerca, brillando eléctrica en su mera presencia, aun cuando sólo fuera de esa manera.
-¿Y ahora?- Ludo se hubiera servido un vaso de Sprite de una botella medio vacía, o quizás el final del vino que su padre habría usado para brindar, y antes de que ella le contestase, hubiera agregado, -Porque si no tenés planes para el resto de tu vida, estoy construyéndote una casa junto al mar.
Pola se arrodilló en el piso de madera pulida cuando sus piernas se negaron a seguir sosteniendo el peso de su cuerpo.
Apretó el telescopio contra su pecho. Cerró los ojos. El tiempo perdido ardió en su pecho y se extendió por sus extremidades. No era justo. Se estaba ahogando. Su boca se abrió en un grito que se atoró en su garganta. Se acurrucó aún mas sobre sí misma, tratando de protegerse de la furia. Nadie podía sentirse así y sobrevivir.
Pero el momento pasó y con su pasar una sensación curiosa sobrevino. El aire pareció entibiarse y una idea, una certeza la envolvió con la suavidad de una manta muy querida.
Hubieran sido felices en esa casa.
Lo sabía como sabía que sus ojos eran negros, como sabía que el otoño precedía al invierno, como sabía que el mundo no perdonaba.
Verdades inmutables a las que todo está sujeto.
Hubieran sido felices en esa casa.
El conocimiento llegó en oleadas, escondido en el eco de un futuro que no era. La risa de un niño que no nacería, el olor de una cena que nunca sería cocinada, el sonido de una canción.
¿Qué es eso detrás de tu oreja?
Hubieran sido felices.
Con el conocimiento llegó la calma.
Ya no había más monedas.
Ya era hora de decir adiós.
Con cuidado de no romperse se puso de pie, abrazada al telescopio. Ludo le sonrió desde el pasillo, iluminando su interior como un árbol de Navidad, y ella le devolvió una sonrisa húmeda, temblando por dentro como el fin de las historias.
Después, todavía abrazada al juguete, salió de la casa, cerró la puerta y dio unos pasos hacia atrás. Miró la fachada por un largo momento, consignando todos y cada uno de los detalles a su memoria.
Si no se iba ahora no se iría nunca.
Apretando las llaves en su mano hasta que los dientes atravesaron la piel, fue en busca de Nero para que indicarle que pusiera la casa en venta."

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El Fin.