Otra Mente Brillante Arruinada por la Educación

20 may 2010

La Chica del Abrigo Rojo 1/2


"Caminó por entre las mesas del café, esquivándolas con la facilidad que da la costumbre, hasta llegar a la que se encontraba junto a la ventana. En un gesto automático se quitó el morral del hombro y lo colgó del respaldo de la silla, para luego poner encima su saco de corderoy. Se sentó e hizo un gesto al mozo, que lo saludó desde el otro lado del establecimiento y le indicó que ya lo atendía.
Con un suspiro - cansancio, resignación - movió la cabeza de lado a lado, haciéndo sonar sus vértebras, y se dedicó a mirar a través del vidro la plaza que se extendía al otro lado de la calle.
El reloj de madera de la confitería sonó las cuatro.
En cualquier momento ya.
En cualquier momento ella iba a cruzar el verde del parque, caminando por sobre las losas grises para sentarse compuesta en el banco debajo del gomero. Miraría su reloj pulsera, su boca dibujaría un gesto impaciente - un gesto que desde aquí él no podría ver pero podría adivinar -, y esperaría, su pelo castaño brillando rubio bajo la luz fracturada del sol entre las hojas. Unos momentos después, cuando el reloj confesara las `y cinco`, el hombre llegaría. Apurando el paso desde la calle opuesta, tarde, siempre un poco tarde. Molesto por haberla hecho esperar, ansioso por verla, se desharía en excusas y besos. Y ella lo perdonaría sin mas. Poniéndose de pie se envolvería en sus brazos como otros se envuelven en mantas, y su boca haría un gesto de contento - un gesto que desde aquí él no podría ver pero podría adivinar.
El mozo se llegó hasta su mesa y lo saludó con la familiaridad que da la repetición,
-¿Lo mismo de siempre?
El asintió,
-Y tráigame también un tostado, que no comí nada antes de salir.
El mozo asintió y lo dejó en su contemplación de la plaza.
En cualquier momento ya.
Y así sucedió, invariable como el sol después de la lluvia, ella en su horizonte. La figura envuelta en su abrigo de paño rojo, el paso seguro, esa ligera cadencia al caminar. Indiferente a su entorno, preocupada tan sólo por llegar a tiempo a su cita.
El la miró venir y sintió un familiar tirón en el pecho. En ese lugar exacto donde si uno se concentra puede sentir el devenir del universo.
El mozo dejó las cosas sobre la mesa con un ruido de loza y se marchó a atender a otros clientes. El, sin pensar, tomó un trago del chocolate, escaldándose la lengua con la leche caliente y, con una puteada por lo bajo, observó la representación que tenía lugar al otro lado de la calle.
Ella, como siempre, se sentó en el banco debajo del gomero. La tarde hoy estaba encapotada, la humedad pesada como una frazada, desacostumbradamente cálida para estas fechas, enroscándose a su alrededor, obligándola a desabrigarse un poco. La primavera estaba al caer y el final del invierno la arrastraba con él.
Impaciente, ansiosa, la vio estudiar su reloj pulsera, y él, - como tantas otras veces -, deseó ser la causa de esa ansiedad. Revolvió el líquido en la taza con la cucharita, mezclando la leche con el chocolate, y dudó sobre si ponerle o no azúcar. Cualquier cosa que lo sacara de los detalles de esa mujer esperando a otro hombre.
El susodicho no se hizo esperar mucho más. Un par de minutos, un mordisco al tostado mas tarde, lo descubrió llegando desde su extremo del mundo, con el paso elástico, la silueta enfundada en un impermeable beige, previsor de la lluvia que la mañana había amenazado pero que la tarde no se decidía a cumplir.
Ella lo avistó unos segundos mas tarde y se puso de pie. A la distancia no pudo escuchar, pero toda su postura trasmitía fastidio. Ella siempre se molestaba cuando él se atrasaba, aunque mas no fuera unos minutos. Pero él sonrió y ella no pudo mantener la pose. El cielo se reflejó en los ojos femeninos, prestándoles a la distancia un gris que no era suyo, y se abrazaron, provocándo un dolor sordo en el pecho del testigo al otro lado de la calle.
Tomó otro trago de la taza, como si el chocolate fuera una barrera contra la pena.
La pareja se separó con un beso y un gesto juguetón por parte de ella. El hombre le acarició la cara y un rayo de sol rebelde los iluminó marcharse de la mano, protagonistas de su propia historia.
El chocolate como barrera no tiene ningún mérito.


Esa noche llegó a casa un poco mas tarde.
Se había entretenido corrigiendo unos ensayos en la facultad.
Su mujer estaba en la cocina. El pudo oler desde el pasillo el olor acre del pollo quemado. Hizo una mueca. Al cabo que no se había casado con ella por sus dotes culinarias.
-¿Querés que pida una pizza?- fue su saludo ni bien entró.
Ella lo miró desde su posición frente al horno, agachada, el pelo oscuro atado en una cola de caballo para que no le cayera sobre los ojos,
-No sé lo que pasó. La receta decía 40 minutos...- los ojos castaños lo miraron compungidos, la boca una linea triste, y él hizo un gesto con los hombros,
-No te preocupes, dejá que yo llamo a la pizzería.
Treinta minutos mas tarde la cena los encontró sentados a la mesa, una caja de pizza entre los dos y el silencio instalado como una tercera persona.
-¿Cómo te fue hoy?- intentó ella, dolorosamente consciente de que algo andaba mal pero sin saber como empezar siquiera a arreglarlo.
El se encogió de hombros,
-Bien. Hoy faltaron varios alumnos con el tema del paro. La clase estuvo mas tranquila que de costumbre. ¿Vos?
Ella intentó una sonrisa, extrañando al hombre con el que se había casado, ese que la hacía reír con anécdotas de la facultad, con chismes de los alumnos y los profesores.
-Nada. No, bueno, hoy estuvo en el banco ese actor de ... ¿Cómo se llama esa película...? La de Darín... - él no supo de que hablaba. -Dale, hombre. La de la madre con Ahlzeimer...
-¿El Hijo de la Novia?
-Esa. Estuvo el que hace del amigo.
-¿En serio? Mirá vos.
Y el silencio se estiró y se acomodó mejor.
Finalmente ella levantó la mesa. El buscó un libro y se sentó en el sillón del living y, mirándo las páginas sin verlas, trató de adivinar cuando había sido el momento exacto en que todo se fuera al carajo."

Continua.

8 comentarios:

Briks dijo...

nunca deberemos permitir que la rutina nos quite la capacidad de reirnos junto a la persona que amamos

a partir de ahí todo lo demás se recupera

Dosto dijo...

Muy bueno Guada, quiero saber cómo sigue!!!

Uninvited dijo...

Y qué hicieron con el pollo????? Nena! con lo caro que está! :-0


(voy corriendo a leer la 2/2)

Elena dijo...

Parte 2, parte 2!!!! Ahí voyyyyyy

Chiru dijo...

ya te estaba por gritar que a mi no me dejabas con la intriga!!! (pero recordé que solés escribir uno a continuación del otro... pero como acá los órdenes son inversos... bué, no importa)

Lo leí todo y me encantó!!!
chapeaux

zorgin dijo...

la magia desaparece, el día que uno de los dos piensa que lo estafaron, cuando en realidad veia lo que quería ver...
Ud no se había comprado un vestido o un tapadito colorado?

Damaduende dijo...

Completamente de acuerdo, Briks, si eso se pierde lo demás tiende a caerse...

Dosto, me alegro que la primer parte no te haya espantado.

Unin, probablemente hayan cortado las partes mas quemadas y hayan hecho sanguches al día siguiente... Es lo que hubiera hecho yo :)

Chiru! Jamás de los jamás postearía yo un WIP - work in progress, para todos los que nos la pasamos leyendo en internet. Y los posteo así porque alguien me dijo una vez que se mareaba cuando los posteaba primero el primero, que después quedaba segundo y así...
Me alegro que te gustara.

Sip, Don Zor, yo me comprè un saco colorado precioso... Pero si yo llegara a hacer una cosa como la de esta chica H no se andaría con sutilezas.

Uninvited dijo...

Mmmm.. permitasemé la duda ¬¬
Usté tiene un tapado rojo, como la chica del cuento, y haría con el pollo lo que hace la chica del cuento...
A ver H, ponga un poco de orden ahí ;)