Otra Mente Brillante Arruinada por la Educación

20 may 2010

La Chica del Abrigo Rojo 2/2


"El reloj de madera del bar marcó las cuatro y el mozo dejó frente a él un submarino. Esta vez había optado por las medialunas.
La tarde, que ayer había sido mas bien oscura, hoy bailaba llena de luz. La primavera se había decidido a llegar finalmente y el sol calentaba a pie firme, obligando a los transeuntes a despojarse de sus ropas de abrigo.
Como el clima continuara así iba a tener que cambiar su submarino por alguna otra cosa. Tal vez un licuado… Quizás algo con frutas…
Hizo una mueca, burlándose de sí mismo.
Ella llegó unos minutos después, el abrigo rojo reflejando la luz, un manchón de color contra el fondo verde de la plaza. A la distancia pudo ver que sus labios se movían, pudo imaginar que estaría cantando alguna canción de moda. Llevaba el pelo atado en una gruesa trenza que se balanceaba con sus movimientos.
¿Qué pensaría si supiera de él, a este lado del vidrio, deseando mas que nada en el mundo deshacer esa trenza y ver todo ese pelo desparramado sobre una almohada?
Ella se sentó en el banco y cruzó las piernas, vestidas de gris oscuro. Pese a la temperatura creciente esta vez se dejó el tapado puesto. El supuso que debajo llevaba ropa mas fresca que la del día anterior.
El hombre llegó enseguida, esta vez ella no tuvo de qué quejarse, y los brazos masculinos la rodearon con aire de propietario.
Ella sonrió feliz, devolviendo el abrazo, y esa sonrisa le robó el aire desde el otro lado de la calle. ¿Cómo podía doler tanto algo que no estaba dirigido a él? ¿Cómo podía doler tanto algo que no era suyo?
Miró la medialuna que tenía entre las manos... O lo que un rato antes fuera una medialuna y ahora era tan sólo un triste rejunte de pedazos de masa.
¿Cuánto tiempo mas podía durar esto?


Su mujer lo esperaba con la mesa puesta y la noticia de que había contratado a una chica para que viniera a cocinar tres veces a la semana. El aprobó la moción, comió el guiso de lentejas, que estaba sorprendentemente bueno, y con un murmullo sobre mil exámenes para corregir, fue a sentarse al escritorio.
Ella lo miró marchar sin entender. Que distintas serían las cosas si él le prestara aunque mas no fuera un poco de atención. Se dirigió a la cocina y preparó un té, practicamente lo único que podía hacer sin quemar, le puso leche y azúcar como a él le gustaba y se lo alcanzó.
El le agradeció con una sonrisa sincera, ella le dio un beso en la frente, y odiando el punto donde se encontraban, se instaló a ver televisión.
El, corrigiendo exámenes de manera automática, decidió que esto ya había durado bastante.


Sentado a la mesa donde se había sentado casi todas las tardes por los últimos tres meses y medio, sacó del morral un cuaderno y una birome. El mozo puso frente a él un submarino y un plato de tostadas, y miró el raro despliegue de iniciativa, enarcando una ceja curiosa ante el cambio en la rutina a la que se había ido acostumbrando.
Del otro lado de la ventana la tarde fluía, - ligeramente dulce, ligeramente ácida, como un té con limón. El mordió el cabo de la lapicera, pensando qué escribir, qué decir, qué sentir.
Tantas cosas.
Tan poco tiempo.
Nunca se le habían dado las cartas de amor.
Por el camino la vio llegar, el paso fácil, el abrigo rojo desabrochado, dejando ver una pollera verde militar y una camisa blanca. No pudo evitar parpadear frente a su imagen, sintiéndola tatuarse en su retina, quemándose para siempre en su memoria.
Tanto para decir.
Bajó la cabeza y empezó a escribir, ignorando por primera vez la reunión de los amantes en el parque, ocupado como estaba en volcar sobre el papel todo aquello que hubiese querido decirle a la mujer de rojo pero no había sabido como.
Ya era suficiente.


Esa noche se fue a acostar temprano y para cuando su mujer se metió en la cama, fingió dormir. Tirado sobre su costado, abrazado a la almohada, contó los minutos en cada aliento, esperando a que se quedara dormida.
La noche se enredó en sus extremidades, silenciosa, con ese silencio expectante que augura el sonido.
Finalmente, la respiración acompasada de su compañera de cama le anunció el sueño y giró sobre sí mismo para poder verla. Ella le daba la espalda y a través de la tela de algodón del camisón pudo vislumbrar la forma de sus omóplatos. El estiró la mano y siguió su contorno con la punta de los dedos, ese lugar exacto donde no estaban sus alas.
¿De quién era la culpa?
¿Importaba realmente?
Con cuidado abandonó la cama y se vistió sin hacer ruido. Buscó un bolso en el placard y sin prender la luz, guardó de memoria las pocas cosas que no quería dejar atrás. Una vez cargado sacó del bolsillo del pantalón la carta arrugada que tanto le había costado escribir y la apoyó sobre la almohada, junto a esa cabeza castaña a la que la luz del sol teñía de rubio.
No la besó por no despertarla.
Descolgó su saco de corderoy del perchero, donde esperaba junto al abrigo rojo, y luego, abandonando el departamento, muriéndose con cada paso, la dejó libre.

FIN

9 comentarios:

Yoni Bigud dijo...

Muy buen relato. A veces las decisiones se maduran un poco más de la cuenta, sea en un bar todos los días, en una oficina o en la bañadera. Pero siempre al final del camino hay que optar. Uno se pasa la vida optando, y hay que saber aguantar el peso.

Un saludo.

Uninvited dijo...

Bravo!!!!
Bien por el tipo que hizo lo correcto y de manera digna! Tal vez no debió esperar tanto, pero bue... no puedo arrojar justo yo esa piedra :S
Bien por ella, que también le hizo caso a su corazón. Tal vez antes debió poner un punto (suspensivo, final, seguido, lo que fuera), una barrera, como el submarino del marido. No es cuestión de traicionar por traicionar cuando antes se puede hablar.
Y MUY BIEN por la escritora y la idea, muy bien escrito, muy bien contado, excelentes imágenes y sensaciones... un placer, vea :)

Ni que fuéramos parientes :p

Alex dijo...

se agrandó chacarita! (a vos te digo bráder)

che, Guada, este ya lo había leído? porque me suena. Pero al mismo tiempo algo le cambiaste (si es el mismo) como sea me encantó!

Elena dijo...

Muy bueno Guada!!
No apto para ser leido en un día gris, como hoy, pero imposible no seguirlo una vez empezado!!

Damaduende dijo...

Sr Bigud, me alegro que le haya gustado. Y sip, uno tiene que decidir, no sirve quedarse esperando a que las cosas simplemente pasen.

Unin,es que pobre hombre, no se decidía... Pero hizo lo correcto y zanjó la cuestión. Lo de ella es dificil, porque no sé si ella traicionó porque él se alejó o él se alejó porque ella traicionó... Che, ahora voy a tener que ponerme a averiguar el trasfondo personal de esta gente...
Gracias :)

Alex, sip, lo habías leído. Lo ajusté. Nunca puedo dejar quietos mis cuentos. Cada vez que los abro, un tiempo después tengo que cortar acá, podar allá, ajustar ahí... Los pocos que tengo que los creo perfectos... Los miro con un cariño, mirá...

Elen, me alegro que te gustara. Prometo algo mas uplifting para el próximo atacazo artístico.

Ochurus dijo...

che muy bueno!me encantó...aunque me dejó un gusto tristíiiiiisimo...


y bué...


un saludo!

Uninvited dijo...

Ufa, me salió mal la expresión, Ale. Pero vos me entendiste, no?
Ahí te cuento por Feis :)

Martín dijo...

auch!

Damaduende dijo...

Martín... sip...