
Aprovechamos el fin de semana largo y nos fuimos a Villa Pehuenia, a orillas del lago Moquehue y el Aluminé - uno de cada lado.
No vamos a hacer todo el racconto porque tampoco es cuestión de embolar a las masas con el minuto a minuto, así que voy a dividir el relato en partes.
Las highlights del viaje fueron, a saber:
El viaje de ida. No sé quienes de ustedes han hecho caminos de cornisa y de ripio en su vida, pero tienen su encanto. Una mezcla de "Uy, nos vamos a caer nos vamos a caer nos vamos a caer", ya que ni siquiera tienen guardarrail, y "uy, que lindo, mirá el paisaje, el arroyito allá abaaaaaajo, los árbolitos, las cabritas, las ovejitas," y así...
La cabaña. Re linda. Chiquita, pero bien puesta. Llena de ventanales, y con un balcón terraza sobre el lago. Es decir, la cabaña, ni idea, pero con un balcón terraza sobre el lago. Me costó un pedazo volver a casa y no robarme la vista y traérmela en la mochila.
El restaurante La Posta del Pescador - sí, sí, les estoy haciendo propaganda porque fueron muy amables. Fuimos a almorzar el sábado Y el domingo - no había mucho abierto tampoco, Villa Pehuenia es chiquito, das dos pasos y ya te saliste. La tabla de fiambres, los ravioles de ciervo, la milanesa de trucha, las empanadas de ciervo Y las empanadas de trucha, y los postres estaban buenísimos. Me quedé con ganas de mas empanadas de trucha... Digan que no era el lugar mas barato, - no daba para "dame una docena" pero bueno, para darse un gusto cuando uno se va de viaje. Y además les trajeron juegos y lápices a los críos, lo que los tuvo entretenido por un gran total de cinco minutos... que es una eternidad cuando uno tiene seis años.
Momentos para recordar:
Llegamos el sábado al mediodía. Dejamos todo en la cabaña - Puerto Malén, por si alguien quiere ir - y nos fuimos a almorzar - el restaurante ya lo nombré. Terminamos de almorzar y bajamos a la playa que estaba cerca, con la intención de volar el barrilete. Estaba bastante ventoso, por lo que no había planes de meterse al agua.
Como siempre sucede con los mejores plantes, mientras el barrilete se rompía por culpa del viento, mis niños se metieron al agua. Empezamos con un "¿me arremangás los pantalones así puedo meter los pies?", seguimos con un "¿me puedo sacar los pantalones que están todos mojados?", continuamos con un "Se me mojó la remera", y terminamos con dos críos en ropa interior, empapados, haciéndo ángeles de arena, sucios hasta la nariz.
Sábado por la tarde. Después de bañar a los críos con agua caliente y mucha espuma - es una tradición, cuando vamos de viaje siempre hay un baño con mucha espuma en algún momento del viaje - a eso de las cuatro y media, H decidió bajar con la Ro a la playa a hacer un castillo de arena. Zeke quería en cambio ir a los juegos cerca de la recepción. H se llevó la llave, yo salí sin el celular. Cuando Zeke se cansó de los juegos, decidimos ir a buscar al padre y a la hermana.
La idea.
Villa Pehuenia, como cualquier aldea de montaña, no es una ciudad chata. Zeke se cansó de caminar a los dos minutos y medio y hubo que hacerle caballito. Mis piernas empezaron a protestar enseguida. El chico pesa mas de veinte kilos y yo no estoy en forma, no no.
Bajamos - subimos la colina de al lado y volvimos a bajar - hasta la playa.
El hombre de mi casa no estaba. Subimos - bajamos la colina, volvimos a subir y volvimos a bajar - hasta la playa de al lado. Nadie conocido. Hicimos todo el camino a la inversa hasta la recepción. Me di cuenta de que no tenía mi celular para preguntarle donde estaban Y que no tenía la llave de la cabaña para entrar a buscarlo.
Le dijimos al señor de la recepción si nos podía abrir.
El nos dijo que nos mandaba a la chica.
Subí a la cabaña - sí, subí, estaba en la punta del puto cerro - con Zeke a la espalda. A estas alturas tenía un calambre en el muslo. Salimos al balcón terraza. Y allá abajo, a pico justo desde el balcón, los vimos H y a Ro en la playa, tan tranquilos haciendo su castillo de arena. Casi les tiro con algo.
Saludamos a los gritos. Nos saludaron de vuelta y nos dijeron por donde habían bajado.
Volvimos a bajar - Zeke a cuestas como un bebé chimpance. Le dije al señor que ya estábamos, que gracias. El nos dijo de un atajo - bendito bendito señor - para llegar a la playa, y finalmente - mi muslo derecho era un espasmo esperando por ocurrir - llegamos a la playa.
Obviamente, el no se va a bañar nadie terminó nuevamente con dos críos adentro del agua en ropa interior. Sí, yo tenía los trajes de baño en la mochila, pero ninguno quiso esperar a cambiarse.
Yo estaba muerta de frío, por lo que no, ni siquiera metí un dedo.
Lo que sí, me quemé los hombros y los brazos, por lo que, entre la piel ardida y las piernas temblorosas, dormir fue... un asunto...
El domingo sí hizo frío - posta, no ese frío de "no, no nos vamos a meter mamá, no te preocupes", que terminó con todos en el agua, si no frío de verdad, - así que paseamos, dormimos la siesta y paseamos un poco mas. Trepamos por las rocas - me hice un tajo en la canilla a través del pantalón, para combinar con los hombros ardidos y las piernas doloridas - y nos encontramos con un par de conocidos. Volvimos a la cabaña. Ro se trepó a la baranda y yo que estaba adentro salí corriendo a retarla. No vi la alfombra de bienvenidos junto a la puerta, resbalé por el aire tipo dibujito y caí como bolsa de papas sobre mi celular, en el bolsillo de atrás de jean. Al celular no le pasó nada, mi traste tiene un moretón espectalular, y no había nadie mirando. Un desperdicio de caída, una pena. Si al menos alguien hubiese sacado una carcajada del tema...
El lunes nos volvimos temprano. Una vez entregada la cabaña no nos gusta vagar sin puerto y tampoco nos gusta volver con el malón de la tardecita, por lo que a las diez estábamos en la ruta. Por si alguien no le tiene respeto a los caminitos de cornisa y ripio, nos cruzamos con una camioneta recién volcada a un costado del camino. La policía ya había llegado y el conductor estaba sentado a un costado. Estaban esperando a la ambulancia y todos debían estar agradeciendo no haber volcado un poco mas allá, donde empezaba el camino de cornisa propiamente dicho porque la ambulancia no hubiera servido para nada.
Llegamos a casa a eso de las dos de la tarde, sin mas daños que lamentar.
Un excelente - y tengo todas las marcas para mostrarlo - fin de semana largo.
